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FÚTBOL 31ª JORNADA DE LIGA

El Sevilla resurge en la agonía

El empate ante el Valladolid mantiene vivos a los andaluces

El caos lo contagia todo, hasta el mismo transcurrir de los acontecimientos. El Sevilla estuvo muy cerca de firmar su sentencia, de muerte en Primera y, sin embargo, poco le faltó para conseguir el segundo triunfo de la era Rubio. El empate final, que a nadie contenta y al Sevilla lo mantiene en el abismo, es el mejor reflejo de ese cúmulo de despropósitos que van a dejar a su afición con el corazón en vilo y sin descanso dominical. El equipo que pudo reinar. Enfrente tenía a un Valladolid que venía con el pedigrí de equipo revelación y que se dejó en casa la rebeldía. Roza los puestos de UEFA, pero más parecía debatirse en las posiciones bajas de la tabla. Lo entrena uno de los pocos sabios del fútbol, un Vicente Cantatore de cuna argentina y patria chilena que se fue del Sevilla dejando al equipo con una plaza en Europa.El Sevilla, fiel a la filosofía del tercer entrenador que ocupa su banquillo en la temporada, apostó por la cantera. Un equipo que ha invertido casi cuatro Mil millones en fichajes se presentaba con seis canteranos (le la última hornada y sólo dos de, sus adquisiciones, Rytter y Ramis, un danés desconocido y un madridista de saldo. Esa filosofía salva al equipo, pero no consuela a su afición. Los jugadores se irán, pero los aficionados serán los que padezcan el descenso si éste se produce.

Los locales salieron enrabietados, con más ganas que orden, con más casta que criterio. Y se aprovechaban de la gentileza de un convidado de piedra , el Valladolid, que estaba fuera del partido, un pequeñoburgués conformista. El Sevilla no jugaba mejor, pero sí jugaba más. El gol de José Mar¡ fue el justo premio a la entrega. Un gol suicida, porque el tanto envalentonó a los rivales, Fernando empezó a mostrar la calidad que atesora y el gol de diferencia sirvió paradójicamente para mostrar las diferencias que separan a ambos equipos en la tabla.

El Valladolid se adueñó del campo, empezó a notarse la batuta de Cantatore y los zarpazos de la delantera sevillista, liderada por Salva y José Mari, eran evaporados por un omnipresente Julio César. El gol de Fernando que significaba el empate no sorprendió a nadie. El propio futbolista marcó el segundo tanto de los visitantes, que ponía en evidencia las limitaciones del Sevilla: una cesión inoportuna de un defensa, un despeje erróneo de Unzué y el delantero vallisoletano que libre de marca no tiene más que empujar el balón a la red. Llegó la jugada que pudo decidir el destino del Sevilla en la Liga. Fernández Marín pitó penalti contra el Sevilla. Unzué desvió con la mano en lanzamiento de Víctor.

Era hermoso asistir a la reacción del desesperado. Cada uno de estos canteranos gozaba de sus minutos de gloria: el disparo escalofriante de Asián, las acometidas por la banda de Velasco, la exhibición de Luque II y sus variantes: de tacón, de vaselina, un control inverosímil, un disparo que por poco sorprende a César. La pena para el Sevilla es que esos fogonazos no eran simultáneos. Estos novísimos involucrados en una antología del disparate ofrecían virtudes esporádicas sin que todas cuajaran en un concepto de equipo.

La culminación de este estado de cosas llegó con el segundo empate. Tevenet, que había salido por el joven Loren, es el único sevillista que verticaliza como mandan los cánones y De la Peña, abriendo con el bisturí agujeros, en la defensa contraria y dando en ventaja el balón al teórico extremo: el balón lo recibió José Mar¡, lo contuvo como sabe y centró para que la cabeza de Salva, con un giro propio de Santillana, llevara el delirio a la grada. Del posible 1-3 se pasaba al 2-2. Era el canto del cisne, pero era música celestial.

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