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Crítica:'MOROS Y CRISTIANOS'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pandemónium

Entre los debatientes del bando cristiano figuraba un legítimo clérigo al que cada dos por tres se lo llevaban los demonios y fustigaba (incluso llegó a exhibir un látigo) a herejes y pecadoras. La primera edición de Moros y cristianos, debate triple, maratón de lenguas desatadas, alcanzó su punto álgido con los exabruptos y las descalificaciones del padre Apeles, mezcla de telepredicador y teleñeco, que introdujo en el segundo tema de la noche, la prostitución, una retórica violenta con alusiones personales e imprecaciones de púlpito. Ante los excesos del tonsurado, Javier Sardá, vestido de oscuro clerical, adoptó modales de serenidad abacial, trató de reconciliar a los bandos en litigio, imploró el perdón de la fiel audiencia y acabó al fin trasmutándose en el padre Sardá para explicar con humildad a los espectadores que ése no era el tipo de debates, ni el tipo de programas, que él pretende hacer.Entonces fue cuando el sermoneado cura abandonó el plató en el que minutos antes había defendido con emocionado verbo las calidades artísticas de Macarena y donde minutos después, cuando retornara, defendería la honradez de los procuradores en Cortes del franquismo frente a la corruptibilidad de los políticos de hoy. La espantada del padre Apeles coincidió milagrosamente con la mitad de un programa de tres horas de duración, un talkshow que, pese a las, buenas in, tenciones de Sardá, va a necesitar salidas de tono, declaraciones de escándalo, guirigáis de gallinero y trifulcas de patio para saciar el instinto asesino del público y mantener la cuota de audiencia necesaria.

La fórmula de Moros y cristianos no corre el riesgo de ser original, es una apuesta por la acumulación de materiales procedentes de una retahíla de programas similares. El punto fuerte está en la aglomeración de testimonios procedentes de seis portavoces, seis contertulios, una docena de testigos, dos docenas de encuestados callejeros, cientos de faxes y de mensajes en el correo electrónico de Internet y miles de llamadas a favor o en contra. Todo un referéndum semanal, que esta semana dictaminó por lo obvio que Macarena es una horterada, el sexo de pago tolerable y la profesión de político un chollo. La de presentador puede. ser desde luego un vía crucis, y si no que se lo pregunten al padre Sardá.

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