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GENTE

HAZAÑA CUMPLIDA

Finalmente, a la 1.15 de la madrugada del sábado, el noruego Borge Ousland culminó la proeza sin precedentes de cruzar la Antártida en esquís, solo y sin que se le suministrara ningún apoyo logístico, en este caso alimentos, durante su largo viaje. Sesenta y cuatro días le llevó recorrer los 2.829 kilómetros de distancia arrastrando sobre el hielo un deslizador con una carga de 180 kilos en la que se encontraban las provisiones mínimas que le aseguraban la supervivencia durante la travesía. La única ayuda auxiliar a la de sus propias fuerzas consistió en un par de velas confeccionadas por él que adosadas a su espalda le permitían utilizar la fuerza del viento para aumentar la velocidad de la marcha. Con temperaturas que a veces alcanzaban los 55 grados, bajo cero, atento a los peligros traicioneros de la infinita llanura helada, en la que las grietas de un glaciar pueden convertirse en cualquier momento en la tumba de un explorador, este noruego de 34 años, para darse ánimos, pensaba en su mujer, Wenche, y en su hijo Max, de ocho años, que desde Oslo seguían expectantes las peripecias del viaje. Cuando alcanzó la meta y llegó a la base Scott, en el mar de Ross, sus pensamientos fueron más prosaicos y estuvieron ocupados por el disfrute anticipado de una ducha caliente y ropas limpias, algo que había desaparecido de su vida desde el 15 de noviembre pasado. Ousland, que antes, en 1985, había cruzado Groenlandia, que alcanzó el polo Norte en 1994 y fracasó un año después al intentar cruzar la Antártida, ahora lo ha logrado y coloca su nombre a la altura de los grandes exploradores y naturalistas, como en el caso de su compatriota Nansen-

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