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La "bromita" de Stoichkov

Ronaldo llega una hora tarde al entrenamiento del BarÇa por una trastada del búlgaro

Àngels Piñol

"¡Ronaldo! Tienes que venir al campo. Se están entrenando". Pasaba de las 10.30 y la voz de Carlos Naval, delegado del BarÇa, despertó de súbito al brasileño, que dormía en su casa de Castelldefels. Fuera llovía -como siempre desde hace días- y hacía un frío de perros. El delantero azulgrana, que ya había sido castigado a entrenarse el día de Nochevieja por llegar tarde de Brasil, cogió su M 3, apretó el acelerador y voló hacia el Camp Nou. Debió de pensar en el trayecto en Stoichkov, quien el día anterior le había asegurado que el ensayo estaba fijado "sobre las 15.30 o las 16.00". No era así: tenía que estar a las 10. Y el búlgaro, con remordimientos de conciencia, debió de pensar en Ronaldo. El brasileño llegó a las 11.15, una hora y cuarto tarde. "No pasa nada, no estoy enfadado", dijo, "pero es una broma de mal gusto que yo no se la gastaría a Stoichkov".Se sabe el camino de memoria. Sale del vestuario, enfila la sala de prensa y se coloca cada día ante una especie de tribunal de cámaras y un enjambre de micrófonos que le juzgan. Y eso pasa casi siempre: cuando mete goles, cuando no, cuando llega tarde de Brasil, cuando negocia su contrato, cuando se duerme. Ronaldo es medio BarÇa. Más que eso: es el termómetro con el que se calibra la vida de Robson y casi la estabilidad del club. Y este hombre no miente: ya sea jugando -dijo que habría sido muy "descarado" simular que Djuckic le había hecho penalti en la jugada de Riazor que sacó de quicio a su jefe por no haberse tirado- o diciendo lo que hacía ayer cuando sonó el teléfono. Ayer, con su inseparable gorra, explicó: "Yo dormía. Y habría dormido hasta el mediodía porque creía que era por la tarde. No miré la pizarra y Hristo me dijo el horario".

Ronaldo se entrenó dando vueltas al Camp Nou mientras sus compañeros jugaban al fútbol-sala en un pabellón. No estaba solo: fue él quien informó a Giovanni de la hora de la sesión. El otro brasileño del BarÇa, cuya lesión le impide tocar el balón, llamó el martes a Ronaldo para saber a qué hora era el entrenamiento. Esta vez no habrá castigo. Robson asomó la cabeza por la puerta del vestuario y dijo: "No es dramático". Quienes no le perdonaron fueron sus compañeros, que aplican a rajatabla la multa económica para los rezagados. Popescu, el capitán, afirmó: "Ya sabe lo que tiene que hacer a partir de ahora: mirar la pizarra". Alguien fue menos contundente. Lívido, desencajado, Stoichkov, que ha cedido el paso a Ronaldo como nuevo ídolo del Camp Nou, aceptó su culpa y confesó: "Yo temía que le pasara algo con el coche viniendo a toda prisa de Castelldefels, con este tiempo y tal como están las carreteras".

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