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FÚTBOL NOVENA JORNADA DE LIGA

El Atlético se extravía en el desierto

El Rayo se aprovecha de los errores colegiales del bicampeón para golearlo

José Sámano

Corren malos' tiempos por el Calderón: el Atlético anda perturbado y la hinchada del bicampeón se ha esfumado. Un fenómeno sociológico inexplicable en un club que siempre ha palpitado desde las tribunas, hoy más esqueléticas que casi nunca. En los buenos y en los malos tiempos, el Atlético ha vivido un idilio extraordinario con su grada, pero esa fermentación congénita se ha diluido misteriosamente. Quizá porque el fútbol se ha extraviado en el Calderón.A los de Antic no les funciona el sistema nervioso sobre el que han gravitado sus recientes éxitos. De aquel equipo que asfixiaba uno a uno a sus rivales se ha pasado a un conjunto triste y cabizbajo, que ayer pagó su palidez ante el Rayo, un conjunto con. mucho empeño. Tan sudoroso como corto de fútbol. Suficiente para voltear al Atlético, que nunca se enganchó al partido y se escurrió en el marcador por dos errores colegiales, impropios en un conjunto tan mecanicista.

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Los dos primeros goles del Rayo diagnosticaron a la perfección el estado del Atlético. En él primero, un fallo calamitoso en el achique defensivo fabricó una autovía para Cota y Guilherme.El segundo fue aún más estrepitoso. De un patadón en el saque que abrió el segundo tiempo, Andrijasevic se plantó en los morros de Molina, que ni siquiera había tenido tiempo de aparcarse en la media luna de su área, su cueva natural. En definitiva, dos faltas de concentración bien rentabilizadas por el Rayo en sus escasas escapaditas a campo contrario.

Entre un despiste y otro los de Antic encajonaron a su vecino. Desde el principio inclinaron el campo y jugaron cuesta abajo. Pero sin apenas animosidad en su juego, el partido transcurrió al antojo del Rayo: con una cadencia insoportable. Y es que el Atlético no sabe jugar al ralentí. Precisa batallar como un cuerpo de infantería. Sólo a un ritmo desaforado encuentra la chispa que le alimentó la pasada temporada. Sin el zumbido de Simeone, es un equipo muy rebajado. Y sin la chistera de Kiko se evapora sin remedio.

Fatigado, quizá, el Atlético hoy parece que ha perdido las señas de identidad que le envolvieron de éxitos hace sólo unos meses. Cuesta discernir si su fatiga es psíquica o física. 0 quizá ambas al mismo tiempo. Pero su presencia en la Liga Europea es sospechosa. Su temporada se ha vuelto más exigente y su plantilla es escueta. Antic tendrá que trastocar su interesante laboratorio. Su apego a las plantillas cortas, exprimidas al máximo en tomo a poco más de media docena de jugadores, no es la fórmula idónea para estos tiempos. Son tiempos para la dosificación.

Y frente al Rayo se evidenciaron algunas cicatrices. Como que las dos pájaras en los goles se produjeron por el lado izquierdo de su defensa. Por ese carril también llegó el tercer azote vallecano, el que entronizó a Cota como el mejor de la noche.El equipo también está un tanto decapitado en la sala de máquinas, el puesto de Bejbl, sobre el que gravitaron las iras del Calderón. El checo no ha conectado con el equipo. Parece más un invitado desconocido que un elemento decisivo. Su posición le obliga a engrasar el equipo, pero su timidez es alarmante. No se deja ver. Y nadie le busca. Se ha convertido en la gran víctima del bacheado caminar del atlético. Es joven y novato, y la adaptación requiere sosiego.Pantic,perdido

Atascado Bejbl y perdido Pantic, el Atlético viró siempre hacia Kiko, que puso todo el empeño del mundo, pero abrochado por los tres centrales rayistas acabó la noche en el limbo. Y eso que lo mejor del Atlético fueron dos acciones suyas. La única luz que aportaron los rojiblancos: una preciosa combinación con Esnáider que desvió Contreras y otra magnífica jugada con Gel¡ que desembocó en el penalti. Contreras adivinó la intención de Esnáider y el Atlético, Kiko incluido, firmó la rendición. Porque hoy por hoy necesita tomarse muchos respiros. Lo adivinó el Rayo, que le dio la puntilla y le sacó a empujones del Calderón, con Cota y compañía haciendo. una travesura tras otra a Molina.

Ya para entonces, en las desérticas gradas del bicampeón, todo era verbena: unos se fueron antes de tiempo, otros susurraron aquello de "penalti y expulsión" a cada tropezón de los suyos y el coro del Frente Atlético la emprendió con el otro vecino de la capital. Por aquello de la suerte arbitral. Hacía un trecho sideral que el fútbol se había despedido del Calderón, el mismo escenario que no hace mucho se apretujaba de cualquier modo para paladear aquellos,espectaculares arreones de los suyos. Hoy son otros tiempos: en el estadio hay más oxígeno y al Atlético le falta.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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