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Goleada al pelotazo

El Rayo, tirado atrás y al contragolpe, doblega al Celta

Y ahora, con el 3-0 en la pechera, quién se atreve a decirle al Rayo que así no se juega. Ahora, con una goleada escandalosa de la que presumir, quién convence a los jugadores vallecanos que fue un error no hacerle caso a Paquito, su entrenador, cuando gesticulaba desesperado para que se fueran hacia adelante. Ahora, con el Celta en el suelo, quién es capaz de corregir a estos chicos de su desesperante manía de convertir el balón en un arma arrojadiza y el partido, en un baile de pelotazos sin sentido.Pues así, tirado atrás, despreciando la pelota y encomendado a la agilidad de Contreras, soberbio en el momento decisivo de la reunión, y la potencia de Guilherme, impresionante al contragolpe, el Rayo resolvió con holgura la visita del Celta, un conjunto lleno de buenos jugadores que ayer no encontró en ningún momento la forma de meterse en el partido.

El balón no tuvo una buena tarde. En Vallecas se encontró con un puñado de enemigos. Por ejemplo, Muñiz. Su caso parece crónico. Es ver ese objetito redondo por las inmediaciones, y el gigantón asturiano se va a por él como un poseso. Y lo manda lejos de allí con contundencia, a la grada o al barrio del adversario. A veces levanta la cabeza, cuando no tiene rivales cerca, pero la pelota no se libra jamás de la tarascada. ¡Bumba! ¡Bumba! ¡Bumba! A ese ritmo bailó el partido.

Fue el Celta el dueño del dominio, aunque no supo administrarlo con criterio hasta que en la segunda parte salió Eusebio, un futbolista que con los años no pierde calidad. Pero por entonces, el grupo gallego ya tenía el marcador cuesta arriba (1 -0). En uno de los dos o tres lances trenzados que acertó a hilvanar (un pase raso y profundo de Andrijasevic sobre Ezequiel, que terminó con el balón en las botas de Radchenko), el Rayo se encontró con el resultado de su lado. Desde ese momento, se dedicó a vivir de las rentas: encerrado en su cocina y tumbado atrás.

El Celta no supo como abrir la muralla defensiva local hasta que apareció Eusebio. Su capacidad para armar juego, que coincidió con los peores minutos del bando local, resultó suficiente para que las ocasiones visitantes irrumpieran de pronto. Sánchez y Gudelj se dieron de bruces con los reflejos de Contreras. El propio Gudelj tuvo otra clara oportunidad para el empate, pero mandó el balón fuera.

Cuando peor lo pasaban los de casa, Guilherme agarró uno de esos balones que salían despedidos alocadamente desde su zaga, hizo la pared con Klimowicz y se fue pletórico de fuerzas, como todo el partido (sus carreras poderosas fueron el mejor y casi único argumento rayista), hasta el área de Dutruel. Allí, ante la salida en falso del francés, mandó la pelota por arriba hasta la red. Fue entonces cuando se acabó el partido. El Celta ya se rindió y Klimowicz -cumplió en los 25 minutos que estuvo en el campo- remató la faena.

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