_
_
_
_
_
BALONCESTO LIGA A. C. B.

Herreros dejó que la historia siga su curso

Al Madrid le bastó un ejercicio de puro trámite para derrotar al Estudiantes

Luis Gómez

LUIS GÓMEZAlberto Herreros tuvo tiempo sobrado para reflexionar desde la otra acera. Formaba parte de un equipo poderoso (quizás, como en el caso del Barcelona, asquerosamente poderoso), hecho a imagen y semejanza de Ferrándiz, quien tiene, una pertinaz forma de construir un equipo: se trata de destruir al enemigo fuera del terreno de juego antes de que comience el partido. Lo hizo durante el Antiguo Régimen y ha encontrado ahora el barniz capitalista que necesitaba para seguir siendo fiel a sí mismo. Todo un genio: a golpe de millones, el Madrid tiene un equipo donde cualquier jugador sería titular en cualquier otro equipo (ahí tenían a Laso chupando banquillo durante una larga hora y a Morales sin estrenarse). Como parte de ese proyecto imperial estaba Herreros: sabe que en su horizonte está ahora luchar por todos los títulos de la temporada. Es una experiencia nueva. Una experiencia que todo gran deportista quiere disfrutar. El Madrid se la ofrece en bandeja. El Estudiantes, no. Herreros podía observar a sus antiguos compañeros luchando contra un imposible. Como tantas veces. Corriendo como locos, intentando canastas fuera de toda norma y tratando de desvirtuar la realidad alentados por una hinchada generosa. Era un empeño tan bonito como inútil. Ellos también forman parte de otro proyecto. Lo malo es que el Estudiantes ha logrado convertir la utopía en un absurdo, hace un uso demagógicó de la lucha del pobre contra el rico. En realidad, el Estudiantes ha desaprovechado a los mejores patrocinadores del baloncesto español y a una generación digna de todo crédito: Azofra, Orenga, Antúnez, Reyes... Herreros. El Estudiantes vive de unos ideales mal administrados. La ideología es una excusa. Y nadie parece darse cuenta de ello. Así, o eres leal (y pierdes), o te conviertes en un traidor. Herreros es ahora otro desertor más. Debió sentir un gran alivio ayer, a pesar del ruido a su alrededor: ya no correrá para que otros sigan divulgando sus bravatas pasadas (le moda; ahora, trabaja para sí mismo.

Herreros era el protagonista de un enésimo Estudiantes-Madrid. Cumplió con el trámite. Apareció en escena. para ser abucheado por sus otrora incondicionales, hizo dos canastas, y dejó que la historia siga su curso. Sobre el parqué competían un equipo que necesita gloria y otroque sólo puede hacer ruido, ser una piedra en el camino del Madrid. Y ganó quien tenía que ganar sin hacer gran cosa.

El partido fue necesariamente malo. El Madrid tenía demasiado potencial. Saltaba a la vista. Era cuestión de tiempo. Un fogoso comienzo del equipo estudiantil animó la contienda, pero a ojos de cualquier especialista estaba meridianamente claro que se quedarían sin gasolina tarde o temprano. El Estudiantes no tiene un tiro exterior solvente, su rebote es animoso y, naturalmente, ha perdido talento. Toda su suerte dependía del estado de ánimo de sus tres americanos (tanta cantera para qué). Entretanto, el Madrid actuaba de puro trámite: cuatro cosas de Bodiroga y el acierto de Angulo le bastaban para dar la respuesta adecuada. También jugó unos minutos Ismael Santos, el único producto de la cantera madridista propiamente dicho en activo. Curioso.

Mediada la segunda parte, el partido estaba roto. El Madrid, a falta de estilo, usaba su potencial. El Estudiantes, sin potencial y ya sin estilo, se apagaba., En la cuenta corriente del club hay 250 millones disponibles (el precio de la traición de Herreros) para que los chicos de la cantera puedan tener camisetas. Su ideal será jugar en el Estudiantes algún día. Luego, cuando se desesperen, cambiarán de camiseta. Entonces reconocerán (como tantos otros), que fueron engañados. Y que los verdaderos traidores siguen perennes en el palco.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_