Cuadras
Siempre me resisto a tener a este país por diferente pero dudo que, en otros lugares se dedicara más tiempo, más. imágenes, más tinta y más sonido, a un asunto tan pequeño como, el de Vidal-Quadras. El no tiene la culpa de este dispendio, claro está; la culpa es de la enfermiza disposición que la profesión periodística padece respecto a la política.Los medios hemos acusado muchas veces al Gobierno de acuartelarse en sus gabinetes ignorando la realidad de la nación. Ahora, ese mismo reproche alcanza de lleno en su rebufo a los periódicos, las radios o la televisión. ¿A qué ciudadano de este país interesa a estos extremos la vicisitud de Vidal-Quadras, el PP de Cataluña, un nuevo tipo llamado Alberto Fernández y cosas así?
Si la actualidad nacional se compone de estas noticias deja de componerse de otras y como ni el tiempo puede estirarse, ni el sonido puede superponerse, ni el papel es barato, la estampa de lo que se publica es una grotesca trascripción de lo supuestamente real. No es extraño que con retratos así aumente la mala imagen de nosotros mismos.
Basta aquí la mínima pitanza política para que se desencadene una sobremesa terrible e interminable. Con estos insulsos problemas de interior nos embotamos y nos desgastamos. Lejos de dinamizar la vida nacional con los intereses de las mujeres y los hombres, con la actividad cultural o la de los negocios, con los cambios y tendencias del fin de siglo, el referente les una clase de modelo cansino y antiguo a lo Vidal-Quadras.
Hay otros ejemplos de estabulación doméstica, pero ninguno más literal que el título que presta, sin querer, Vidal-Quadras. En vez de promover una nación dinámica, vivaz y al aire libre, día a día nuestras informaciones se adensan en una angosta y atufante vida de cuadras.
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