_
_
_
_
_

El ONCE hace un festival de los Lagos

Zúlle y Jalabert reducen la carrera a un pulso personal

Carlos Arribas

Retirado Induráin, la Vuelta como competición ha dejado de existir. No hay más competencia. Españoles y demás extranjeros -arrasados en la subida a los Lagos, la primera etapa difícil de la, ronda española- sólo juegan el papel de comparsas en una representación reducida al puro espectáculo teatral. Entre el director de escena, Manolo Sáiz, y la lucha- que mantengan los dos protagonistas -Zülle y Jalabert- por hacer con el papel principal está toda la lucha. Esto es septiembre, el mes de las tormentas y el escarnio.Algunos, Rominger el despistado, sobre todos, quisieron decir algo, pero nada impide la repetición de una jugada ya hecha hace justamente un año, cuando el coraje de Olano impidió que la ronda española se terminara tras la quinta etapa. Sólo la ONCE, e Induráin, el obligado, tenían verdadero interés en pensar en la Vuelta como un objetivo importante y a su alcance. Los demás participantes, incluidos los voluritariosos que estaban a la espera del fracaso total de la alternativa dominante, asumieron consecuenternente su papel de secundarios. Triunfos menores -una etapa, una larga escapada, una meta volante- eran sus objetivos. Y si no, que la Vuelta les sirviera de trampolín par otros objetivos más a su mano.

Un aspirante al Mundial

Mauro Gianetti aspira a ganar el Mundial y ayer, subiendo los duros Lagos, vio que estaba en el camino de conseguirlo. Tony Rominger, ídem de ídem, y notó la falta de chispa, los años que no pasan en balde y la despreocupación después de haber cubierto el expediente. El resto, incluido el bravo pero torpe Jiménez -cómo se dejó arruinar por los hachazos de Giánetti en los Lagos -, son el típico segundo pelotón que en el Tour o Giro llegan normalmente a 10 minutos de los que se juegan el triunfo. A, eso queda reducida la Vuelta, y no es culpa ni de Manolo Sáiz -increíble el trabajo y el sentido de' la responsabilidad de la ONCE, inocente, por otra parte, de que Induráin dijera basta al ver que sus reservas no daban más de sí- ni de los demás equipos que esto esté acabado, finito, finish, the end. Si el ciclismo español es incapaz de presentar una alternativa en septiembre, a alguien le corresponde cambiar algo.

La etapa reina de la Vuelta -y aún, quedan unas cuantas llegadas en alto: Alto de la Demanda, Cerler- y días decisivos a priori -Ávila, Navacerrada, contrarreloj de Segovía-, quedó reducida a dos momentos: el teatral ataque de Rominger en el Fito que precipitó la retirada de Induráin y el vámonos de la mano que se dijeron Jalabert y Zülle en el punto más fuerte de los Lagos, en, la Huesera. Los dos líderes de la ONCE -entre ellos está la Vuelta- dejaron tirados a sus rivales, ascendieron recogiendo cadáveres de fugas anteriores y llegaron a la meta juntos. Jalabert se volvió para decirle a Zülle que se adelantara y le diera la mano para cruzar los dos juntos. Zülle se negó a la escena. Habría sido demasiado. El dominio de la ONCE no necesita de rúbricas floridas. Y aún quedan nueve etapas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_