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El Espanyol tumba al Madrid

Benítez y Francisco remontan un gol inicial de Mijatovic

Ramon Besa

El Espanyol descolgó al Madrid del paraíso de Sarrià. Iba el equipo de Capello levitando por el cielo blanquiazul -más blanco que azul- cuando dos perdigonadas le desplomaron. Cayó el equipo jugando con un futbolista de más y llevando un gol de ventaja. Una derrota difícil de digerir incluso para el técnico más indulgente. Los errores individuales le condenaron tanto como la falta de argumentos colectivos. Fue un equipo soso y fatigado.El desfondamiento blanco contrastó con el remonte del grupo blanquiazul. El colectivo de Carcelén se mostró generoso, lúcido y disciplinado. Necesitaba el triunfo más que su rival para ganar confianza, pues a cada derrota suena el nombre de Camacho en la grada. La suya fue una lucha contracorriente, y de ahí su rostro de felicidad a la salida del choque tras una mala entrada.

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El Madrid caminó medio tiempo cómodamente por un feudo que, a todos los efectos, es como su segunda casa. Tuvo el partido de cara sin necesidad de un gasto excesivo. El Espanyol se enredó de tal manera que acabó luchando en demasiados frentes: contra sí mismo, contra el rival y contra el árbitro. Díaz Vega es incapaz de pasar desapercibido incluso en el pretemporada. Le perdonó la expulsión a Hierro, que pisoteó a Lardín cuando encaraba a Cañizares, y al filo del descanso mandó a Bogdanovic a la caseta.

Estuvo demasiado destemplado el grupo de Carcelén. Pralija no conectó con Ouédec, Lardín no entró en juego y Arteaga y Torres Mestre dejaron campo a sus espaldas para la carrera de Secretario, Mijatovic o Suker.Hubo un momento en el que incluso pareció que el partido sólo se jugaba en una banda. Iba el balón por ese lado de abajo arriba sin parar. Y el gol llegó necesariamente por el costado derecho del ataque blanco: Mijatovic puso el lazo a un regalo del lateral zurdo españolista e inclinó el partido del bando madridista. Muy fácil todo para el Madrid.

La suficiencia traicionó, sin embargo, al colectivo visitante. Salió del descanso con las manos en los bolsillos y en dos acciones puntuales quedó boca abajo. El Espanyol remontó el marcador con un futbolista menos en la cancha. Un pecado mortal para un grupo manejado por Capello.

El Madrid tiritó largo tiempo ante el dinamismo blanquiazul provocado por la salida a escena de un jugador entre líneas como Benítez y un acomodador como Francisco. No ligó nada el equipo blanco. Apartado Raúl en el flanco izquierdo de la divisoria y retirado Suker, el equipo no tuvo ninguna jerarquía. Seedorf sólo absorbía con su fútbol de aspiradora. Le sobró recuperación y le faltó conducción al plantel. Pareció incluso por un momento un grupo blandengue a merced de la contra del Espanyol.

Le gusta al colectivo de Sarrià atacar a la carrera, asentado en a lectura científica que Brnovic asegura siempre del partido. El equipo de Carcelén ha perdido quizá bravura colectiva -las entradas a destiempo quedan ahora al descubierto- e incluso voz. Tiene, sin embargo, un juego más aseado. Toca más el cuero y ayer estuvo especiamente clarividente a la hora de enfocar el marco contrario. El Madrid se lo fue mirando sin prestar atención alguna hasta morir por inanición.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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