Induráin no se traicionó en la derrota
El danés Riis demuestra ser el más fuerte y aumenta su ventaja sobre todos sus rivalesEl navarro acepta con lucidez que ha perdido el Tour, pero luchará por el podio
Se acabó. Induráin no ganará su sexto Tour consecutivo. Es una evidencia que habrá confortado a quienes tenían prisa (demasiada prisa) por ser los primeros en anunciar la mala nueva, esos que no perdonan el éxito, que disfrutan con las operaciones destructivas. Darán la cara de una vez los enterradores, un gremio inevitable en nuestro deporte, dispuestos a escribir el punto y final de la mejor página de nuestro ciclismo, de nuestra historia deportiva. Induráin habrá acabado para ellos, sin esperar a que el personaje se cobre el derecho a decidir cuándo, cómo y dónde decir sus últimas palabras. Habría que aprender de otras culturas (la nuestra, la deportiva, está dominada por las miserias del fútbol, siempre a la búsqueda de un culpable) para comprobar cómo se despide de verdad a los héroes. El ejemplo que nos vale lo dibujó un deportista tan respetable como Rominger cuando declaró que, a pesar de no ganar, Induráin seguía siendo el más grande. Induráin fue ayer un héroe, aunque, naturalmente, dijera adiós a su sexto Tour consecutivo en las cuestas del Hautacam. No se traicionó a sí mismo, en la derrota.Induráin defendió su suerte hasta donde pudo, hasta el kilómetro exacto en que se decidió el Tour. Defendió su suerte hasta el final, porque fue el mismo final para todos. Riis había expresado en varios apuntes que disponía de más reservas que todos sus rivales. Iba y venía del grupo a su antojo, se desplazaba de su puesto de mando hacia la vanguardia y hacia la retaguardia con una facilidad asombrosa. En realidad, estaba supervisando el escenario, apurando los últimos detalles. De pronto, dijo adiós y desapareció de la vista de todos. Nadie pudo responderle. Quedaron cabizbajos al amparo de Induráin, a quien le correspondió la tarea de presidir el desfile de perdedores.
Riis se marchó sin remedio, camino de su segunda victoria, directo hacia el triunfo final. No tenía que echar cuentas, cada segundo de ventaja era un metro que le acercaba hacia lo más alto del podio de París. El atasco de aspirantes que vivía este Tour se difuminó en una única jornada; mejor dicho, en una solitaria montaña, que así pintaba el Hautacam en el horizonte de la etapa, un largo preámbulo hasta que cada uno de los favoritos pusiera sus cartas boca arriba. El desenlace fue corto para tan larga espera y tan tediosa especulación.
Riis no encontró ninguna respuesta fiable. Cada cual negoció su desgracia como buenamente pudo. Así le sucedió a Rominger, que tuvo la entereza de ser el primero de los descolgados y el primero de los notables en cruzar la meta. Hizo un viaje de ida y vuelta en ocho kilómetros que dice mucho de su coraje y de su inteligencia, la suficiente como para haber administrado mejor que nadie sus menguadas fuerzas. Rominger no se dejó engañar por los fuegos de artificio ni quiso entrar en el juego de las apariencias. Dio las buenas tardes a sus colegas a falta de ocho kilómetros para luego ir superándolos uno a uno con mucha educación, sin falsas arrancadas ni exhibiciones para la televisión. Cuando ll
Induráin: "No sé si éste es mi fin, pero a más no voy a ir"
"No sé si éste es mi fin, pero sé que a más no voy a ir. Acabo de cumplir 32 años". Induráin acababa de perder el sexto Tour el día de su cumpleaños y con lucidez habló del futuro. "Sé que a este ritmo va a ser difícil que siga, pero espero recuperar la ilusión este invierno. Pero antes vamos a pasar este Tour, que bastante tenernos". Tony Rominger, viejo rival de mil y una batallas, se enfadó de verdad cuando se le preguntó: ¿ha sido el fin de Induráin? "No, por favor, no. Tiene un mal día y ya lo estáis enterrando", respondió airado. "No va a ganar el Tour este año, pero Induráin sigue siendo el más grande".Esta vez Miguel Induráin no cerró la puerta de la furgoneta azul con los cristales tintados. Nada más cruzar la meta a 2 minutos y 38 segundos del jubiloso Riis, Induráin dio media vuelta y se dejó caer sin pedalear 200 metros cuesta abajo por la misma subida en la que acababa de perder el sexto Tour. En el parking de los equipos estaba su furgoneta. Allí, en el quicio, se sentó. Cuerpo sudoroso, no abrió la boca más que para pedir una toalla después de beberse de un trago una botella de agua de medio litro. La música de fondo no podía ser más dura; Induráin la oía de lejos por primera vez un día clave en cinco años: los altavoces lanzaban al eco los aplausos, las alegrías y el jolgorio de la ceremonia de investidura del líder, de Bjarne Riis. Un momento histórico, pero cuando por fin habló, después de cambiarse de ropa, engullir un plátano gigantesco y recibir los ánimos de su ex compañero Jean Fraçois Bernard, Induráin no tenía pensada ninguna frase histórica. No tiene la facilidad de Rominger. Lo suyo fue analizar la etapa, la subida a Hautacam, decir lo que pensaba sin buscar excusas.
"El mayor, y único problema, es que no he podido aguantar", dijo Induráin. "He intentado tres veces seguir los ataques de Riis, pero a la cuarta me ha reventado. El está muy fuerte y lo ha demostrado: en la subida él iba con plato grande mientras los demás sufríamos con el de 39 dientes. Viendo eso no había que pensar más". A Induráin, entonces, no le hizo falta para saberlo la pequeña demostración de suficiencia del danés antes de su ataque decisivo, cuando se dejó caer, sobrado de fuerzas, como para inspeccionar las tropas que iban en el grupo. Virenque sí que se fijó en la maniobra. "Riis ha demostrado que es el patrón del pelotón. Él solo ha atacado y ha hecho la diferencia", afirmó. "Cuando se dejó caer a rueda de Leblanc, supuse que quería pasar revista a sus rivales".Lo más duro para Induráin estaba por llegar. "Yo me la tenía que jugar aguantándole", explicó. "Pero él me sacó de punto y ya no pude coger la rueda de ninguno para intentar limitar las pérdidas. Pero ya es algo que me ha pasado otras veces". Lo más duro, se sospecha, no es pensar en el año siguiente, en el futuro abstracto, sino en lo que se tienen entre manos, en este Tour y en la etapa de hoy, en la que termina, irónicamente, en su Pamplona, un hecho que tampoco le produce nervios. Actúa con el automatismo de todos los grandes ciclistas, la rutina que les impide plantearse problemas cuando hacen su oficio. "Con pasarla será suficiente. Y para el resto del Tour, a ver si consigo una plaza en el podio. Riis lo tiene prácticamente ganado. Sólo puede perderlo si explota y pierde hasta los papeles".Un programa cargado
Si Induráin no aguantó los ataques de Riis, si se desfondó y hasta otros corredores menores le dejaron, fue porque no estaba bien. "La verdad es que afrontamos esta etapa con un gran interrogante", dijo Eusebio Unzúe. "Éramos conscientes de que Miguel no estaba al 100%, pero se trataba de saber si aún así podía aguantar con los mejores. Y la respuesta en este primer gran test del Tour ha sido no". Unzúe también explicó las que a su juicio han sido las razones de que Induráin no haya estado al máximo. "Quizás", explicó, "haya tenido un programa de carreras un poco cargado antes y haya llegado más cansado. Ha sido el mismo programa, casi coma por coma de las últimas temporadas, pero está visto que los años no perdonan. Ya avisábamos de que había que empezar a simplificar objetivos". Riis llegó al Tour con cero victorias, Induráin, con 10. Tuvo el navarro un mes de junio duro, con un fuerte pulso de desgaste contra la ONCE, el otro damnificado del Tour. José Miguel Echávarri, por su parte, añadía otro dato al análisis. "Lo único claro que tenemos", afirmó, "es que el clima lo ha cambiado todo. Ha roto todos nuestros esquemas y ha alterado el libro de ruta del Tour".
Visto su estado de forma, es muy difícil que Induráin pueda estar en los Juegos. Está claro que sólo iría a Atlanta si estuviera seguro dar una medalla; decidirá en París", dijo Unzúe. Olano no hablará hasta París.egó al grupo de Olano y Ullrich, tuvo la honradez de ponerse en cabeza y seguir empujando. No provocó a nadie y se limitó a hacer su carrera. Fue el caso contrario de Berzin, que fue perdiendo posiciones sin remedio. Desapareció sin dejar rastro. Entró solo, sin posibilidades de enlazar con nadie.
Y luego Olano, siempre en compañía de Ullrich. Olano era un corredor bien situado; formalmente, el primero que debía darle respuesta a Riis. Hizo bien en no perder los nervios y mantener el ritmo necesario para no desperdiciar su patrimonio. Ahora mismo, su candidatura al podio es muy sólida, pero ha demostrado que aún tiene una cuenta pendiente con la alta montaña para subir ese peldaño que diferencia a los que ganan de quienes les hacen los honores en el podio. Para Olano, la montaña es un escenario puramente defensivo. El día que pueda moverse en otras condiciones, que pueda hacer uso de una segunda velocidad al menos, se vestirá de amarillo.
Finalmente, Induráin, el más grande incluso en sus peores días. Sabiendo que sus fuerzas no eran las de sus mejores tiempos, interpretó su papel. Él era el dueño del Tour, el grande, el heredero de Anquetil, Merckx e Hinault, el hombre del que todos iban a estar pendientes durante un buen rato, el referente para situar definitivamente la carrera. Podía haber adoptado una posición más cómoda, podía haberse defendido, recursos le sobraban para esconderse durante algunos kilómetros. Sus fuerzas flaqueaban y esta vez la alarma no saltó de improviso. Hasta donde pudo se comportó como un líder, con todos a su rueda, posiblemente esperando que Riis dictara la sentencia. Cuando llegó, pasó con elegancia a un segundo plano de la carrera, sin perder la compostura, sin esfuerzos inútiles, digno en su calvario particular, con la misma serenidad con que había soportado unas horas antes la celebración de su 32º cumpleaños, el primero que celebraba sin vestir el maillot amarillo, otro presunto designio de este Tour de Francia.
Hoy Pamplona deberá recibirle con aires de fiesta. Porque es el más grande. La etapa, un recorrido diseñado para albergar una batalla de largo alcance, puede resultar inútil a la vista del resultado de Hautacam. La general, de golpe, parece haberse estancado. Riis ha obtenido un botín suficiente para defenderlo en la contrarreloj. Olano y Rominger pueden difundir su gran amistad en el podio de París, que es una opción que parece satisfacerles. Ullrich inscribe su nombre entre las figuras del porvenir y Virenque alimenta el entusiasmo de los franceses hasta que llegue el corredor que les redima de tan larga espera (11 años hace que un francés no gana el Tour). Detrás de ellos, Induráin, en un papel nuevo, tan difícil de interpretar para quien se ha sentido dueño del maillot amarillo tantas veces. Pero no habrá problema. Y los enterradores, que disfruten con el duelo. Induráin fue ayer grande en la derrota. Cumplía 32 años. Felicidades, campeón.
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