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TOUR 96

La sexta teoría sobre Induráin

El navarro ha revolucionado el ciclismo y ahora atenta contra las leyes de la naturaleza camino de su sexto Tour

Luis Gómez

Sexto Tour, sexta teoría. Nadie como Induráin en el deporte moderno. Llámese Carl Lewis o Michael Jordan, cualquier gran campeón ha descendido a la tierra en algún momento de su carrera y ha permitido un respiro. Pero no Induráin, empeñado en mantenerse invencible o, al menos, en seguir pareciéndolo. Induráin pone en entredicho algunas leyes de la naturaleza y tiene a los especialistas desorientados sobre su caducidad física. Induráin nos coloca en el mismo lugar casi a la misma hora de cada verano: Él, impecable, imperturbable, perfecto, exacto, puntual, listo para volver a ganar.De nuevo, como cada año por estas fechas, el público se alimenta del mismo menú: una ensalada no demasiado ligera a base de datos incontestables sobre las excelencias del cuerpo de Induráin donde nunca se echan a faltar precisiones sobre su increíble capacidad pulmonar, el tamaño de su corazón y, por supuesto, los kilowatios que sus poderosas piernas son capaces de provocar en un aparato de medición. Y hay un segundo plato que suele constar de una entrevista con el protagonista (nunca demasiado aclaratoria) y un repaso a sus interminables hazañas con una guarnición clásica: los apellidos, currículo y posibilidades de quienes están llamados a darle réplica. Quizá de tanto insistir nos hayamos cansado de este menú.

Porque Induráin obliga a más. Obliga a entender, a interpretar y luego a explicar cuáles son las causas del fenómeno. Obliga, indefectiblemente, a elaborar una sexta teoría y dejar por obsoletas las precedentes. Induráin ha revolucionado el ciclismo, ha roto los moldes: ya no hay exclusiones, no hay estereotipos, no hay distinción entre contrarrelojistas y escaladores. El corredor dominante, la imagen del campeón de finales de siglo, es la de Induráin. E Induráin significa un corredor de una apariencia física impresionante capacitado para dominar en todas las especialidades y terrenos. Induráin es un gigante si nos atenemos a los modelos al uso. Bajo su dominio, el ciclismo clásico ha caducado. Y todos son ejemplos que lo demuestran: no existen corredores como Hinault o Fignon, no sirven de réplica escaladores como Pantani o Chiapucci. Un corredor como Rominger quizás haya entendido demasiado tarde el mensaje y otro como Bugno ha carecido del carácter para presentar una candidatura sólida. Las esperanzas estuvieron puestas en el ruso Berzin, el único corredor de las últimas hornadas que parecía respetar algunos cánones: tuvo una explosión prematura y derrotó a Induráin en el Giro de 1994; aun sin ser un hombre de gran apariencia física parecía poseer una mezcla de clase, potencia y descaro. Pero Berzin ha fallado ya demasiadas veces. Sus actuales replicantes son hombres que se han moldeado rápidamente como si hubieran visto una luz al final del camino. Ahí está Jalabert, un sprinter de tamaño medio convertido en un hombre de grandes vueltas. O Zülle, un calco físico de Induráin con capacidad para rendir en varios terrenos. U Olano, que es una ironía del destino, un corredor no hace mucho descartado para las grandes Vueltas y a quien todos ven como una réplica menor (pero réplica al fin y al cabo) del gran campeón.

Tal es el desconcierto que el propio recorrido del Tour sufre las consecuencias. La organización ha probado con trazados extraordinariamente montañosos, con ediciones que superaban los 4.000 kilómetros o con otras que apenas sobrepasaban los 3.000, ha probado a limitar el número de kilómetros contra el reloj, a colocar cronoescaladas, a situar la meta en cumbres por encima de los 2.000 metros por si el mal de la altitud podía afectar a Induráin. Fuera un Tour largo o corto, llano o montañoso, rápido o lento, Induráin ha demostrado ser el más fuerte a lo largo de cinco años. De todas las maneras, ha resuelto todas las dudas.

Las cinco teorías precedentes han fracasado. Un hombre de 1,88 metros de estatura y casi 80 kilos de peso puede ganar el Tour. Un hombre así puede superar dos etapas montañosas consecutivas y hasta tres. Puede preparar el Tour ganando el Giro o puede ganar el Tour sin mediar otra gran carrera. Induráin puede resistir un ataque en corto a escasos kilómetros de la meta o una operación de largo alcance.

Así que Induráin no tiene otro rival que él mismo. La sexta teoría quizá tenga algo que ver con un sexto sentido: sólo un hombre de una fuerza mental superior es capaz de rendir durante tan largo tiempo. Un sexto Tour nos obligaría a descartar muchas cosas. Su desgaste, desde luego. Pero también nos obligaría a dejar a un lado su corazón, sus pulmones y sus piernas. Hablaríamos de su mentalidad. Deberemos detenernos en su fortaleza mental.

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