La máquina rusa doblegó a una España diezmada
España tuvo que conformarse con la plata porque cometió más errores de los que Rusia puede perdonar. Aún así, y con equipo diezmado por la lesión de Aitor Etxaburu y el cansancio general, la entereza psicológica del equipo español plantó cara a la máquina rusa. La selección de Juan de Dios Román afrontará el viaje a Atlanta con la consciencia de que posee calidad suficiente para luchar por otra medalla. Jaume Fort y Talant Duishebáiev recibieron los galardones al mejor portero y lanzador del Campeonato de Europa, respectivamente.Román tenía poderosas razones para evitar a Rusia en el sorteo de grupos de este Campeonato de Europa (España podía elegir, como organizador) y para desear que la semifinal fuera contra Yugoslavia, y no contra Rusia, una aterradora máquina siempre engrasada, incluso sin el lesionado
Atavin, como ayer. Salvo cuando contraatacan letalmente, si les dejan, los rusos no son espetaculares; pero su eficacia es deprimente para el adversario. Cualquiera puede adivinar cómo van a jugar. Los tres cambios realizados maquinalmente durante todo el partido en cada transición de ataque a defensa o al revés son el aceite para los engranajes. En ataque, se incorpora el cerebro de Kuleshov, el brazo incorrupto de Kudínov y la picardía del pivote Torgovánov. Sus movimientos en cada jugada se parecen como gotas de agua: Kuleshov pasa el balón y se mete entre la barrera buscando la confusión dé la defensa en el cambio de marcaje. Kudínov y Pogorélov, mayormente, ocupan mientras tanto los espacios libres con el gatillo preparado en busca del uno contra uno.
No es fácil encontrar un antídoto contra eso la calidad y la disciplina de los rusos es impresionante. Sin embargo, ayer se encontraron con una defensa que también rozaba la perfección. Siempre concentrados al máximo, los españoles formaban un muro granítico de tal dureza que sus rivales tenían problemas incluso con superioridad numérica.
Claro que la retaguardia rusa no se queda atrás. Grébnev (2,06) y Kiselev (2,00) son noticia rara vez, porque casi nunca fallan. Y si lo hacen, el portero Andréi Lávrov sienta cátedra. A ello se añadió ayer un gran bajón en la eficacia del ataque español. A la baja de Masip se añadió la de Etxaburu, (lesionado en una rodilla contra Yugoslavia) y el cansancio acumulado. Eran demasiadas ventajas para el adversario, aunque Talant Duishebáiev, que ingresó en urgencias el viernes con espasmos musculares, parecía fresco como una rosa.
Sobre esas premisas, Rusia mantuvo una cómoda ventaja de dos o tres goles durante toda la primera parte, y nunca corrió el riesgo de mostrar su mayor defecto: la dificultad para remontar marcadores. Pero la clave del partido estuvo probablemente en el último minuto antes del descanso: lo que debió ser un 10-12 para Rusia se transformó en un 9-13 por dos fallos consecutivos y los correspondientes contraataques mortíferos.
Ese tipo de desgraciada situación se repitió dos veces en el segundo tiempo, justo cuando España amagaba con remontar. Sin embargo, las genialidades de Duishebáiev y la seriedad en defensa permitieron llegar a dos minutos del final con esperanza (21-23). El público soñaba pero Raúl, cariñosamente consolado por sus compañeros falló cuando se acariciaba el empate. A pesar de ello, reinaba la alegría: la plata en un Campeonato de Europa es más meritoria que un Mundial, porque ningún equipo es de segunda fila.
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