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Réquiem por un peluche chino

El cuidador de 'Chu-Lin' llora la muerte del panda, cuyo semen se conservará para darle un hijo póstumo

Quien nunca haya querido a un bicho peludo no puede imaginar qué siente Ángel López en su primer día de luto por Chu-Lin. El cuidador del panda gigante tiene 60 años, y hace 13 fue la primera persona en acercar a Chu-Lin a un pecho humano.Cuidó sus buenos días y sus últimas y dolorosas noches, le dio potitos de pollo con arroz, yogures, miel, nutrisoja y bambú; encendió la calefacción en invierno y el aire acondicionado en verano para el animal más mimado que en el zoo ha vivido.

Viajó a Londres para aprender a ser como un padre para el peluche chino; pesó ese corpachón blanquinegro a diario y anotó sus cacas y pises en un cuaderno ya innecesario.

La semana pasada Ángel comenzó a notar que Chu-Lin "era muy limpio y buscaba siempre las mismas esquinas para orinar", explica Ángel- tenía problemas para hacer aguas menores. "Se movía mucho", recuerda. Uno de los veterinarios del zoológico, Enrique Sáez, explica que no esperaban que una inflamación de próstata acabara con el panda.

En los humanos no suele dar más problema que la necesidad de llevar una sonda para solventar la retención de orina. "Pero los animales no pueden estar sondados más que cuando están anestesiados, si no se comen el tubo; y no se les puede tener dormidos demasiado tiempo", dice Sáez.

La visita del doctor

El zoo pidió incluso consejo a un experto británico, el doctor David Taylor, quien se desplazó a Madrid para visitar a Chu-Lin y confirmar el diagnóstico. La necropsia realizada ayer reafirma la prostatitis.El panda ya había caído enfermo hace diez años, cuando era aún un chiquillo: diabetes. El doctor Taylor, un reconocido especialista en animales raros, ya se desplazó a Madrid en aquella ocasión para tratar de curar a Chu-Lin. Pesaba entonces 123 kilos. A partir de ese momento vigilaron que no pasase de los 110. Al morir había adelgazado: se quedó en 100.

Los desvelos del equipo del zoo no evitaron la muerte (los detalles del proceso se conocerán cuando los laboratorios envíen los resultados del análisis de las vísceras), que llegó el lunes a las cuatro de la tarde, tras 15 minutos de agonía y varias noches en vela de Angel. No lo vio morir.

Él aguanta el tipo, pero todos en el zoo saben que el enrojecimiento de sus ojos tiene algo que ver con la muerte de su querido muñeco. Porque estaba criado como un niño grandón. Cuando murió Chang-Chang, su padre adoptivo, en diciembre pasado, Ángel cuenta que Chu-Lin dejó de comer. "Estaban siempre juntos, le seguía a todas partes", dice el cuidador.

Caricias contra la tristeza

Pero las caricias y la compañía de Ángel le devolvieron las ganas de vivir: "A base de estar con él lo iba superando bastante bien". El zoológico había solicitado al Gobierno chino una compañera para Chu-Lin, y todavía confían en que acceda a enviarla a España. Pero una vez conocido que estos animales soportan mal la soledad, todo son dudas. Lo ideal sería conseguir una pareja, pero es difícil.Quedará del panda su semen congelado (la escasez de estos animales aconseja conservar todo código genético posible para intentar la reproducción) y su cuerpo disecado, que se expondrá en el museo del parque, donde también está la madre de Chu-Lin, que lo dejó huérfano con un año.

También deja recuerdos. Angel rememora la primera gamberrada de su protegido. Había pasado sus primeros seis meses (nació en septiembre) bajo techo para sobrevivir al invierno. Cuando llegó la primavera y salió al sol se subió de inmediato al primer árbol que vio, para desesperación de su madre, que no dejaba que nadie se acercara.

"Chu-Lin no sabía aún bajar de culo y hubo que llamar a los bomberos", revive nostálgico Ángel. Bajo ese árbol quedan ramos de claveles y una fotografía gigante del panda en brazos de su madre cuando era un bebé.

Pero el luto por Chu-Lin no empaña la alegría de las nuevas madres que, como un día la suya, acunan en el zoológico a sus recién llegados retoños. Un pequeño macaco de las Celebes se acurruca entre los brazos de la mona asustado por los chillidos histéricos de sus vecinos chimpancés. Ya más tranquilo intenta emular los saltos de su hermano adolescente y los intentos de robo de boligráfos del peludo delincuente juvenil.

El cangurito gris, en cambio, no sufre sobresalto en la bolsa abdominal de su sufrida mamá. Sólo sale del marsupio para tomar un poco el sol si hace bueno. Ayer se perdió la visita de una cisne negra con sus tres polluelos, aún patitos feos y grises.

La madre del pequeño reno -una ovejita blanca patilarga y torpe- parece menos atenta a los correteos de su cría. No como la elefante marino que solícita enseña a cazar a su retoño utilizando un palito como señuelo. Un espectáculo.

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