Maldita agua bendita
EN EL transcurso de un mes, la sequía más grave del siglo ha cedido el turno al invierno más lluvioso de los últimos 40 años. Gajes de la climatología, hispánica, que desautoriza muchas afirmaciones dogmáticas, como la que aseguraba que serían necesarios cuatro o cinco años de precipitaciones normales para que los embalses andaluces recuperaran sus niveles habituales. Ha bastado un ligero desplazamiento hacia el sur del anticiclón que se apuesta frente a la Península y deja heladas las mesetas en invierno para que las borrascas húmedas del Atlántico penetren como un cañón por el valle del Guadalquivir. En menos de quince días, las precipitaciones han batido marcas históricas. El vacío embalse de Los Hurones, que ha obligado a casi un millón de gaditanos a soportar un régimen severo de restricciones durante cuatro años, ha tenido que abrir sus compuertas por primera vez desde su construcción. Donde había sequía crecen las inundaciones; maldita agua bendita.Las predicciones meteorológicas no se distinguen por su refinamiento. Los gestores de presas se las ven y se las desean pata evitar inundaciones y almacenar la mayor cantidad de agua posible ante sequías, pasadas o presentes, como la que padece el cuadrante del sureste peninsular. Algunos ecólatras, más que ecologistas, dirán que la falta de agua de Murcia no es sequía, sino su situación natural. Pero no deben ignorar que muchos agricultores, en lugar de verse abocados a la emigración, han desarrollado allí cultivos de un rendimiento excepcional, cinco veces superiores a los de las mesetas. Ahora, por ejemplo, cultivan lechugas y verduras bajo pedido de los países de Europa central.
El sentido común hace preguntarse a la gente estos días si parte de los recursos hídricos que conducen los ríos hacia el Atlántico durante el presente temporal deberían recogerse en algún embalse adicional o encauzarse hacia Murcia y provincias limítrofes. El agua caída estos días ha generado en las cuencas españolas un caudal equivalente a 50.000 hectómetros cúbicos, cifra comparable al total de capacidad de todos los embalses españoles. El 70% de ese caudal ha caído en las cuencas de la vertiente atlántica -Duero, Tajo, Guadiana y Guadalquivir-, pero la mitad de esa cantidad, unos 18.000 hectómetros cúbicos, no ha sido retenida y ha vertido al mar. Por otra parte, con sólo el 15% de los excedentes vertidos al mar por los ríos Duero, Ebro y Tajo se, hubieran llenado todos los embalses de las cuencas del Júcar y el Segura. Son datos que confirman la necesidad de interconectar las cuencas españolas para aprovechar una parte de esos excedentes.,
La petición del presidente de Murcia de transferir parte de los mismos parece razonable. Pero Ramón Luis Valcárcel debería dirigir sus mensajes a la dirección de su propio partido, el PP, en lugar de a su vecina Castilla-La Mancha, donde se encuentran los embalses que alimentan el trasvase al Segura. El Plan Hidrológico Nacional y los trasvases que contempla permanece estancado por las trabas que puso el PP a su tramitación.
En su reciente XII Congreso ha pasado de puntillas sobre este crucial recurso para el equilibrio armónico del país. Dice que hay que mejorar la gestión del agua -evidentemente- y relega las interconexiones de cuencas al último lugar de sus prioridades en política hídrica. Si el motivo de esta posición es evitar los enfrentamientos entre algunas autonomías, no sería más que una excusa para disimular la falta de coraje en abordar el gran reto que plantea la desigualdad temporal y territorial del agua como recurso en España.
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