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Television de ida y vuelta

Más de la mitad de los programas de las actuales parrillas son reposiciones

Vuelven las viejas series, y las de estreno se van un día y retornan al siguiente. Los nuevos episodios se mezclan con los antiguos y en los magazines arrecia la televisión del rebobinado y autocita. Tanto el horario estelar -de nueve de la noche hasta las once- como el resto de la programación de las cadenas nacionales sobrevive gracias a las reposiciones. Las enormes deudas acumuladas por las televisiones españolas explican que más de la mitad de los programas que vemos actualmente han sido desempolvados de las despensas de Televisión Española, Tele 5 y Antena 3.Está la familia Cano y el curita ye yé de Pajares, a los que no acabamos de decir adiós en navidades y ya los devuelven por Reyes, y en horario de máxima audiencia. Otros se dan un respiro antes de reincidir, como Lleno por favor (de inminente regreso), y los hay que van a por el Guinness, como Verano azul (ocho pases). Repiten los actores de una serie a otra, de un espacio a otro -homenajes, magazines, programas de entrevistas-, en una indisimulada campaña de promoción. Se entierran vivas novedades importadas como, Seinfeld y Frasier (Antena 3), pero se reciclan La casa de la pradera, Hart y Hart, McGiver, La ley de Los Ángeles o La hora de Bill Cosby, una serie sin fecha de caducidad.

Vuelven una y otra vez, Bonanza, Alf, Rubí o La tribu de los Brady y la Jessica Fletchelr que vemos, de la cosecha del 89, tiene como mínimo dos lifting menos. Con El príncipe de Bel Air, Cosas de casa o Padres forzosos estamos en un continuo túnel del tiempo: ida, vuelta y marcha atrás. Como la Doctora Quinn, que hasta que estrenó la tercera entrega repitió como el ajo en la programación de tarde. Hay noches con verdaderos dilemas, como la del pasado sábado 13, en la que uno podía elegir, también en hora punta, entre la enésima reposición de Colombo y un nuevo pase de Escándalo, el telefilme multivisto con la vida de Christine Keeleer. Los noctámbulos del domingo 21 aún lo tuvieron mejor: o Dulce veneno o bien Ladrón de pasiones, dos asuntos idénticos -esposa frustrada con marido apocado encuentra macarra que le da marcha- sazonados por el mismo actor (Steven Bauer).

El conservadurismo en la programación -cómplice de una audiencia que, como demuestran los datos de cada día, parece querer más de lo mismo- y la falta de novedades de producción propia para llenar todos los espacios empobrecen el menú de cada día.

Por ejemplo, conocemos al dedillo los folletines de, Aaron Spelling (Sensación de vivir, Melrose Place, Modelos), se repitieron hasta la saciedad los episodios de Expediente X, A Belén pastores y las navidades de Los Morancos se vieron en las fechas para los que fueron pensados y también vanas semanas después; los magazines repiten en impremeditada multidifusión sucesos, famosos, invitados y la misma carnaza, que desfilan en directo o en replay, como en el Mississippi de Pepe Navarro, en el que salen una y otra vez chaperos, ex chaperos y mil veces los mismos gags de su Reportero Total. Y qué decir de los programas del corazón (Gente, ¡Qué me dices!, A toda página), con las mismas imágenes, casi siempre de Ana Obregón y sus rentables escaramuzas.

Por repetir, se repiten hasta las series polémicas: El sexólogo, convertido en La noche de Ozores. Y como remate, cada madrugada, de lunes a viernes, los espectadores pueden ven dos programas seguidos en La Primera de ¿Cómo lo veis?, el concurso que continúa presentando Joaquín Prat, fallecido hace más de siete meses.

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