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Empate entre hermanos

Santos anuló a su ex equipo y se llevó un punto de San Lázaro

Xosé Hermida

El Celta no pudo vencer, pero Fernando Santos se tomó una pequeña revancha. Frente a su ex equipo, Santos maneó los ingredientes precisos para disolver todas las armas del Compostela. El Celta tuvo más empaque y presencia e incluso superó la dura prueba de un gol en contra cuando dominaba el partido a su antojo. Los vigueses se llevaron un punto, el segundo que pierde en San Lázaro un Compostela que compareció más cansado y con la mente más ofuscada que de costumbre. El empate final fue el reflejo del ambiente de hermandad que siempre preside este singular choque.Santos, recibido cariñosamente por el público, se enfrentaba a su propia criatura. El equipo que Vázquez ha llevado ahora a cimas insospechadas fue parido antes por Santos desde los abismos de la Tercera División. Conociendo todos sus entresijos, no resultó extraño comprobar cómo el técnico del Celta había ido colocando por aquí y por allá pequeños antídotos para combatir los más letales venenos del Compostela.

El Celta se hizo con el gobierno absoluto del encuentro y en la primera parte ofreció una imagen excelente, con una actitud además ciertamente descarada. Eusebio, un futbolista que parece haber recobrado en Vigo lo mejor de sí mismo, dirigió con sapiencia todas las maniobras de ataque. Por la banda izquierda, Ratkovic y Gudelj golpearon con insistencia. El gol se antojaba inminente en la portería de Falagán, pero pronto se pudo comprobar que en el fútbol cualquier augurio es temerario.

Fue el Compostela el que abrió el marcador al cuarto de hora sin haber reunido méritos para ello. Mauro estuvo muy atento para robar un balón a unos cinco metros del área. La acción pilló a la defensa del Celta en plena maniobra de adelantamiento de posiciones, con lo que Christensen no tuvo muchas dificultades para ganarle la espalda, recibir el pase de Mauro y fusilar a Prats.

El encuentro se equilibró porque con el tanto el Compostela recibió el oxígeno moral que necesitaba y logró salir del estado de confusión que amenazaba con tumbarle. Pero el Celta no se derrumbó por su mala fortuna. Y encontró a la media hora la recompensa a su constancia. El marcador se adecuó a la realidad del encuentro. Lo malo fue que ahí acabó todo. En la segunda parte, el Celta se volvió más conservador y el Compostela nunca acabó de encontrar la inspiración. El partido adquirió toda la mala pinta de los peores derbies: un fútbol plomizo y especulativo.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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