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"Al ponerme las botas sentí una gran alegría"

Cuéllar echa de menos el olor a hierba y chutar a portería

Àngels Piñol

Angel Cuéllar dijo adiós a los 38 minutos de arrancar la Liga. La fatalidad se cruzó en Valladolid: El ex bético sufrió rotura del ligamento cruzado anterior asociado a una lesión en el menisco de la rodilla izquierda. Tiempo aproximado de recuperación: entre cinco y seis meses. Fue el primer batacazo -prácticamente no hay ningún azulgrana que haya driblado a la enfermería- que recibió el equipo de Johan Cruyff. Ahora, Cuéllar, cuando se ha consumido la primera vuelta -el Valladolid devolvió ayer la visita al Camp Nou- otea la luz del final del túnel: al regreso de las vacaciones de Navidad abandonó las paredes del gimnasio volvió a ver el sol, a pisar, a oler la hierba y a chutar. "Me da lo mismo aunque sea a portería vacía. Al ponerme las botas, sentí una gran alegría".Muchos tumbos ha dado en medio año la vida de este bético hasta la médula repudiado por parte de su afición por aceptar un flirteo con el Barça. Tuyo que acostumbrarse a escuchar en la calle un nuevo idioma, el catalán, mayoritario en el vestuario. Llegó con muchos quilates de fútbol en sus botas y a las primeras de cambio su único punto de referencia acabó siendo las muletas. Ángel, que vive solo aunque recibe a menudo la visita de sus padres, se instaló en un piso buscando complicidades. Luis Figo, nuevo como él y dos meses más joven, es su vecino.

Cuéllar cambió los entrenamientos por doble sesión -mañana y tarde- de gimnasio. Pronto intimó con quienes le relevaron en el quirófano: Jordi, Quique Alvarez, Celades... No esconde que ha pasado momentos malos, aquéllos en los que es inevitable temer que jamás vol vería vestirse de corto. Su obsesión ha sido recuperarse: ha invertido casi todo su tiempo en ello. "El descanso es tan importante como los ejercicios", dice. Quizás por ello, aplazó apuntarse a clases de inglés. Pero no desperdició la ocasión de disfrutar de los fines de semana, algo prohibido para un futbolista. Liberado de las concentraciones, Cuéllar aprovechó los sábados y domingos para hacer turismo: visitó el Valle de Arán - "Es una maravilla. Parece un lugar salido de otro planeta" -, y conoció su nueva ciudad -"Recomendaría la Sagrada Familia y el Puerto Olímpico"- e invirtió horas en el cine. Antes del encuentro ante el Depor, fue a ver Seven.

No solo ha sido un devorador de películas. Muchos partidos, como un espectador más, ha visto desde televisión. Con la objetividad que brinda la distancia, vió la goleada de la cantera azulgrana a su ex equipo - "Sentí una mezcla de alegría y tristeza. Ni merecíamos ni quería ganar por un resultado (1-5) tan abultado"- o la eliminación europea del Sevilla en la UEFA a manos del Barça- "Aquí, en Barcelona, no dejan de ser un rival más"-. Dice que ha madurado y admite que ha tenido la sensación de dejar de ser futbolista, "algo que da sentido a tu vida".

Ni siquiera ha debutado en el Camp Nou del que conoce más las butacas reservadas a los lesionados que el campo en sí. "Antes de los partidos, siempre entramos en el vestuario a dar suerte a los compañeros", dice. Suerte. Eso es lo que dice que le ha faltado al Barça este año. Cree que las lesiones han resquebrajado un equipo en el que tiene una "fe ciega". Tanta que no duda en que ganarán algún título.

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