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Ya vienen las navidades

Las navidades se podrían definir como un periodo en el que los grandes almacenes entran en voraz y obsesivo trance por arrebatar a los ciudadanos una paga que, por de lo normal, se llama extraordinaria. Durante todo el año nos bombardean con cifras, estadísticas y previsiones sobre el gasto público y privado. Se sabe de antemano el porcentaje de los ingresos que una familia dedica a comprar chicharrillos, chichrrones, chistorras, higos chumbos y preservativos pero, al aproximamos a la Navidad, entramos en el terreno de lo imprevisible, lo disparatado, lo demencial, lo irracional. ¿Quién es capaz de predecir hasta dónde puede llegar un ama de casa en medio de un mercado, cuando cae en una crisis maniaca por cuIpa de un estímulo emocional tan fuerte como el que su hijo, farero en Chafarinas, haya vuelto a casa por Navidad? ¿Quién puede detener a ese administrativo que sabe que su mujer no le esperara con el rodillo detrás de la la puerta por quedarse a tomar cañas a la salida del trabajo para celebrar que su jefe, su odiado jefe, le ha felicitado las pascuas con una sonrisa especial que tal vez signifique un ascenso? Ella es más tolerante con él y, a cambio, no tendrá que justificar gastos extraordinarios. Es la simbiosis administrativo-sentimental que se ti aduce por "espíritu de la Navidad". El presupuesto familiar deja de tener una estrategia de supervivencia para convertirse. en una pequeña o gran locura, según el nivel de la pareja. Al parecer, gracias a estas pequeñas emociones, el mundo sigue girando y cobra sentido. Se justifica, entonces la euforia del comerciante que por una vez, una sola vez al año, puede aspirar a apoderarse de un sueldo completo, no sólo del tanto por ciento que le adjudican las estadísticas en función del gremio al que pertenece.

Cuando el otoño termina y llegan los fríos intensos, cuando los madrileños corren a resguardarse en los bares y tiendas acelerando el paso en las grandes avenidas sin detenerse en los escaparates, los comerciantes comienzan a dar vueltas en la cama y, como las zorras que admiran un corral esperando la noche, son víctimas de una terrible desazón. Se acerca la Navidad.

La televisión se convierte en un vehículo obsesivo de propaganda de artículos inútiles a los que uno, durante el año, no prestaría la menor atención, pero que en estas fechas, gracias a ese ingreso extraordinario, convierte, no en necesarios, pero si en habituales Los ciudadanos acceden al lujo a través de la compra inútil, pues es precisamente el carácter de prescindible lo un artículo en lujoso. Durante el que convierte tiempo que duran las Navidades las familias españolas tiran la casa por la ventana. Es un tiempo de encuentros, de homenajes, de nostalgias, de- regalos, de grandes cenas y borracheras, en definitiva, es un tiempo de despilfarro.

Los grandes almacenes no pueden reprimirse y, como los niños a la salida del colegio corriendo tras la merienda, desempolvan las cajas de bombillas y ordenan a sus operarios que cubran las fachadas de sus edificios con el motivo luminoso correspondiente. Yo, que tiemblo cada vez. que se aproximan estas fiestas, tengo la impresión de que cada año adelantan más la cuestión: ornamental. En realidad a nadie, le deberían indicar cómo debe llevar su negocio, y mucho menos prohibir que coloque en la fachada de su tienda lo que dé la gana, pero tendría que existir una normativa severa en tomo al anuncio de la Navidad porque, de no ser así, la puesta en escena acabaría durando meses, y como, secuela de esta voracidad comercial estaríamos celebrando el nacimiento de Jesucristo durante tanto tiempo que caeríamos en una especie de integrismo religioso comercial de imprevisibles consecuencias.

Además, según van pasando los años, las barreras culturales se vuelven más permeables y a nuestras tradicionales navidades se les van sumando nuevos ritos. Los Reyes Magos gobiernan en coalición con Papá Noel, por lo que da la impresión de que la cosa va a más, y los qué no disfrutan con estas celebraciones deben estar preparados, no sólo para asumirlas con resignación, sino para ejercer de pajes en cabalgatas, o de ciervos que tiran de trineos a lo largo de avenidas que sufrirán el resto del año llenas de coches, camino del trabajo.

No es una visión demasiado optimista del asunto, pero ya digo que a mí, estas fechas....

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