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FÚTBOL DÉCIMA JORNADA DE LIGA

El Rayo quita la depresión a la Real

El cuadro vallecano luchó, pero con la técnica y pegada de un peso ligero

El partido, más que sobre el césped, se jugaba sobre el diván entre dos equipos que re clamaban un psicoanálisis futbolístico y colectivo tras manifestar una continua tendencia depresiva. El primero en hablar fue el Rayo y en verdad que su discurso fue abundante, plagado de frases y adjetivos, evidenciando una pasión por el balón que discurria de bota en bota aunque en el trayecto apenas ganara una decena de metros. Sobre el diván de Anoeta, el Rayo hablaba y hablaba mientras la Real permanecía atónita, muda, afectada sobremanera por los silbidos que acompañaron su ingreso en la consulta. El Rayo se adueñó del balón que una y otra vez se pegaba a los pies de Castillo que lo administraba en continuas dosis entre sus compañeros de línea y de la defensa. Los atacantes permanecían ausentes del discurso. Pero el ejercicio de Castillo le permitió al Rayo sacarse algún demonio del cuerpo y plantarse en Anoeta con suficiente entidad. Lo que ocurre es que el Rayo tiene por igual la técnica y la pegada de un peso ligero.

La Real salió de su autismo futbolístico con un zarpazo de De Pedro que De Paula condujo con suavidad a la red. El Rayo se quedó sin palabras a pesar de que Castillo, apoyado intermitentemente por Calderón y Baroja, sacaba el trabajo a destajo.

Sin embargo, una tras otra, las ocasiones eran realistas. El Rayo escribía el guión pero la Real Sociedad lo interpretaba con solvencia y De Pedro en dos ocasiones pudo cerrar el consultorio y enterrar depresiones por un tiempo. Pero la entrada de Andrijasevic en la segunda mitad destempló nuevamente a los donostiarras, que no acaban de encontrar la continuidad en su juego.

Cuando el Rayo empató en Anoeta se temía una nueva decepción porque Ezequiel Castillo, Andrijasevic y Calderón son tres futbolistas que depuran el fútbol con elegancia e inteligencia. Pero entonces surgió la figura de Aranzabal arrastrando a De Pedro y Karpin y en cinco minutos la Real Sociedad restableció el orden. Un centro precioso del joven De Paula lo cabeceó Imanol sin oposición. Era el diagnóstico final.

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