El Rayo quita la depresión a la Real
El cuadro vallecano luchó, pero con la técnica y pegada de un peso ligero
El partido, más que sobre el césped, se jugaba sobre el diván entre dos equipos que re clamaban un psicoanálisis futbolístico y colectivo tras manifestar una continua tendencia depresiva. El primero en hablar fue el Rayo y en verdad que su discurso fue abundante, plagado de frases y adjetivos, evidenciando una pasión por el balón que discurria de bota en bota aunque en el trayecto apenas ganara una decena de metros. Sobre el diván de Anoeta, el Rayo hablaba y hablaba mientras la Real permanecía atónita, muda, afectada sobremanera por los silbidos que acompañaron su ingreso en la consulta. El Rayo se adueñó del balón que una y otra vez se pegaba a los pies de Castillo que lo administraba en continuas dosis entre sus compañeros de línea y de la defensa. Los atacantes permanecían ausentes del discurso. Pero el ejercicio de Castillo le permitió al Rayo sacarse algún demonio del cuerpo y plantarse en Anoeta con suficiente entidad. Lo que ocurre es que el Rayo tiene por igual la técnica y la pegada de un peso ligero.
La Real salió de su autismo futbolístico con un zarpazo de De Pedro que De Paula condujo con suavidad a la red. El Rayo se quedó sin palabras a pesar de que Castillo, apoyado intermitentemente por Calderón y Baroja, sacaba el trabajo a destajo.
Sin embargo, una tras otra, las ocasiones eran realistas. El Rayo escribía el guión pero la Real Sociedad lo interpretaba con solvencia y De Pedro en dos ocasiones pudo cerrar el consultorio y enterrar depresiones por un tiempo. Pero la entrada de Andrijasevic en la segunda mitad destempló nuevamente a los donostiarras, que no acaban de encontrar la continuidad en su juego.
Cuando el Rayo empató en Anoeta se temía una nueva decepción porque Ezequiel Castillo, Andrijasevic y Calderón son tres futbolistas que depuran el fútbol con elegancia e inteligencia. Pero entonces surgió la figura de Aranzabal arrastrando a De Pedro y Karpin y en cinco minutos la Real Sociedad restableció el orden. Un centro precioso del joven De Paula lo cabeceó Imanol sin oposición. Era el diagnóstico final.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.