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ESPAÑA CULMINA CON ÉXITO SU ÚLTIMA AVENTURA

La sonrisa de un hombre de empresa

CIemente vive hoy su mejor momento como seleccionador: ha fabricado un equipo solvente

Ramon Besa

Ya no se pone de puntillas sobre el borde de la acera y ladea por igual la cabeza a la izquierda y a la derecha antes de afrontar un paso de cebra como un ciudadano cualquiera. Antes, los coches generalmente no paraban. Hoy, en cambio, frenan y le saludan con un toque de claxon: "Dales cera, Clemente". "Ahora, sobre todo, se respeta a la selección", interviene cuando se le advierte de su ascendente. "A mí, por contra, diga lo que diga, siempre habrá quien me ponga a parir". "Estoy seguro de' que alguno, si pudiera, aceleraría a mi paso, para ver si me engancha". "Bueno", matiza, "quiza no hay para tanto". "Clemente", interviene un miembro de la Federación Española de Fútbol, "siempre fue, por encima de todo, un hombre de empresa".¿Y qué quiere decir ser un hombre de empresa? "Es aquel que antepone los intereses del colectivo a los personales", responde uno de los portavoces autorizados del Barcelona, que pasa por ser el club mejor gestionado del país y cuyo presidente, Josep Lluís Núñez, siempre suspiró por contar con un jefe de personal del talante de Clemente, un técnico que cobra una ficha parecida a la del segundo azulgrana, Carles Rexach.

"Hay un ejemplo flustrativo", añade el mismo directivo azulgrana. "Es el caso de Johan Cruyff, un entrenador de conceptos opuestos a Clemente, y el de Núnez. Podría decirse que, cuando ambos discrepan, el socio está, por norma general, al lado de Núñez porque es el presidente, mientras el aficionado suspira por Cruyff porque no tiene intereses económicos en el club y se guía exclusivamente por criterios futbolísticos. El técnico holandés ha seducido a mucha gente que no era del Barca y, en cambio, ha Planteado pulsos difíciles con el presidente de su propio club. Es lo contrario a un hombre de empresa. A Nuñez le gusta Clemente porque, en calidad de presidente de un club, le permite hablar de fútbol y de futbolistas". Cruyff se lo tiene terminantemente prohibido.

Cruyff y Clemente, sin embargo, tardaron un tiempo parecido en ganarse el crédito de la hinchada. El seleccionador vive su mejor momento. El español es hoy un equipo solvente y fiable de acuerdo a los números (es la segunda selección en la. clasificación de la FIFA, por detrás de Brasil) y las letras. Ha acabado el seleccionador con aquellas noches heroicas de Sevilla en que se necesitaban casi tantos minutos como goles para clasificarse. Tiene el grupo español un sentido del juego colectivo, un estilo y una forma de vida. Hay, por encima del criterio del futbolista, un método a respetar por el grupo. Un programa de empresa. Otra historia es que guste.

Clemente, al fin y al cabo, no ha, engañado a nadie. El día en que debutó como seleccionador, el 9 d¿ septiembre de 1992, ya dijo: "Quiero que España sea una selección consistente, compacta, que no tenga altibajos, ni de brillantez ni tampoco de ridículo, una selección homogénea, así que mi primer objetivo es no tener que esperar a cada partido a ver si los jugadores tienen un buen o un mal día". El proyecto es hoy una realidad tras muchas vicisitudes.

Acusado primero de intrusismo por aceptar el cargo mientras Vicente Miera comandaba la selección olímpica, Clemente comenzó a imponerse más en las listas de convocados que en el campo. Prescindió de la Quinta del Buitre como colectivo, pero armó un primer equipo sensible al juego, con jugadores como Martín Vázquez, Amor o Michel. Luego impuso la defensa de cinco, y al equipo le llamaban el gafas, porque no salía del 0-0. Más tarde inventó el 3-3-3-11 la llamada fórmula de Dublín, que no le sirvió para ganar a Corea. Y regresó posteriormente al 4-4-2 o, a veces, 4-4-1 -1. La fase es el juego de los pivotes que se mueven entre la defensa y la delantera y las dobles parejas que operan por banda. Clemente quiere, como premisa, que su equipo no sea vulnerable, y aboga por un fútbol de ritmo, agresividad y velocidad.

Hay un concepto y un sistema de juego válido para todo el año, y también un toque en cada encuentro. Le gusta a Clemente vivir partido a partido y dejar su sello. Los marcajes de Alkorta a Moller en el Mundial 94 o a Michael Laudrup en Copenhague ilustran su interés por destripar al rival. Tiene un recambio prácticamente para cada futbolista seleccionable. Sólo Zubizarreta, Nadal, Hierro y Alkorta parecen estar por encima del bien y del mal.

Para estar en la selección es condición indispensable ser anónimo y solidario. Le aterroriza a Clemente la posibilidad de que se cuele en el grupo un intruso muy capaz de dinamitar la convivencia por su actitud. El jugador que llega a la selección se libera de sus frustraciones a nivel del club, porque Clemente asume toda la presión. Es un escudo. Los jugadores se muestran encantados. Clemente, al revés que muchos entrenadores, no marca una distancia con el vestuario. Es frecuente verle en las concentraciones participar como uno más en una partida de mus o dominó con sus chicos. Además, tampoco impone un manual disciplinario. Cuando alguno llega tarde a una comida basta como reprimenda el cachondeo general. Un gesto más de un hombre de empresa. Y hoy las cuentas de la empresa arrojan un saldo positivo.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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