Perseguidor de los delitos de cuello blanco

Siempre ha estado vinculado a Cataluña. Carlos Jiménez Villarejo, de 60 años, nacido en Málaga y miembro de una familia de tradición jurídica, llegó a la Audiencia de Barcelona en su primer destino, en 1962. La calificación de progre que se le ha venido dando está estrechamente ligada a su trayectoria. Fue uno de los miembros del núcleo fundacional de Justicia Democrática y persona activa en la lucha contra el franquismo en el sector cristiano del antiguo partido comunista catalán (PSUC).

Accedió a la jefatura de la fiscalía de Barcelona en 1987, lo que provocó el indisimulado enfado de la coalición gobernante en Cataluña, CiU. Que Carlos Jiménez Villarejo fuese el jefe de los fiscales molestó especialmente al presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, porque había sido precisamente él quien le había interrogado en el Palau de la Generalitat por el caso Banca Catalana. Ése fue el caso que más ha marcado a Jiménez Villarejo y a su compañero de carrera y amigo, José María Mena, que ahora tiene intención de optar a la jefatura de la fiscalía de Barcelona.

La llegada de Jiménez Villarejo a la fiscalía de Barcelona también supuso un cambio cualitativo al emprenderse investigaciones sobre un tipo de delincuencia que hasta entonces no era perseguida: la de cuello blanco y financiera. Bajo su mandato se iniciaron investigaciones sobre algunos hombres clave de la política y las finanzas catalanas, como Lluís Prenafeta y varios consejeros del Gobierno catalán por la concesión de ayudas públicas. Éstas no acabaron en condena, pero otras sí, como la del ex-consejero de Economía, Jordi Planasdemunt, y la del empresario José Felipe Bertrán de Caralt. Esta fiscalía, a las órdenes de Jiménez Villarejo, investigó también el caso De la Rosa.