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VUELTA 95

Arreglos de cuentas

Críticas al ONCE por propiciar el tercer triunfo de Minali

Carlos Arribas

Fue como si el ONCE trabajara para que el sprint lo ganara un italiano. Álvaro Pino habló de empezar a apuntar cosas en su libreta de morosos y Manolo Sáiz le respondió que si él tirara de su libreta no quedaría nadie en pie. El director del Kelme había sacado a colación el asunto maldito de Mende -la famosa etapa del Tour en la que más de medio pelotón ayudó al Banesto a reducir un ataque -del ONCE- recordando que su equipo había guardado la neutralidad aquel día. Sáiz no lo dijo, pero la escapada no triunfó porque en ella había un Banesto. Qué nivel tiene la Vuelta: ahora hasta es escenario de arreglo de cuentas.Un grupo de fugados modestos, como los cinco que se escaparon ayer desde el principio, necesita un buen colchón de tiempo para llegar con bien a meta. Ese objetivo es normalmente fácil de conseguir a menos que las fuerzas y el buen entendimiento acompañen a los, escapados. Eros Poli (Mercatone Uno), Kai Hundertmark (Telekom, Fran cisco Benítez (Kelme), Fránkie Andreu (Motorola) y Erwin Nij boer (Banesto) cumplían con ambas condiciones y, sin embago,en Marbella no ganó ninguno de ellos; hubo sprint masivo, tercer triunfo del italiano Nicola Minali (Gewiss) y demostración de Marco Pantani -sexto en la llegada- que debería obligar a más de un llegador a empezar a pensar en cambiar de oficio.

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Afilando el cuchillo

El fracaso de la fuga de los cinco rompió una de las leyes de las carreras y exasperó a gran parte del pelotón. A mitad de las grandes rondas, en etapas quebradas, vísperas de gran cita -hoy se sube Sierra Nevada-, las fugas bidón son la norma. Son el alimento de los equipos que no pueden ganar la carrera y que justifican su presencia con un triunfo parcial. Las intentan corredores que no molestan en la general y son consentidas porque, además, suponen un respiro para los hombres de líder.

El silogismo lógico se rompió Ayer. Las premisas se cumplieron, no así las consecuencias y lo pagaron todos. El ONCE no permitió nunca que los fugados pasaran de los cinco minutos y medio, con lo que los equipos de sprinters nunca perdieron la es peranza de una llegada masiva. El ritmo fue endiablado -más de 43 kilómetros por hora de media- y lo sufrieron todos aquellos débiles que esperaban una etapa tranquila y de acopio de reservas para pasar hoy el trago de la alta montaña. A siete kilómetros de la meta, los cinco fueron engullidos.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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