_
_
_
_

Casero sigue creciendo

El joven corredor de Banesto gana la Clásica a los Puertos

Fue una cuestión de pánico, no de cansancio. Porque la carrera vivió ciento y un hachazos hasta que Banesto, o sea, Induráin, quiso. Ocurrió sobre el kilómetro 80, con el Puerto de los Leones lejos de las espaldas de los corredores. Fue entonces cuando Banesto, o sea, Induráin, comenzo a mover sus piezas. Y así, hasta la meta.Inició las escaramuzas el Lotus de Miguel Moreno, un equipo que por no estar no estaba ni siquiera en la relación de participantes que repartió la organización. Sé escapó primero David Plaza, que cruzó en cabeza el citado Puerto de los Leones. Poco le duró la alegría, quizá porque la sombra de Banesto se hizo ayer demasiado alargada. A su rueda se colocó Carmelo Miranda. Y un poquito más atrás, Aparicio. Y un poquito más atrás, Jiménez...

Mal asunto. Los de Mín guez, director ayer de Banesto, no desaparecían de las primeras posiciones. Lo hicieron un instante, lo que aprovechó otro Lotus, Arenas, para irse. Llegó a sacar dos minutos de ventaja. Pero apareció ante él Navacerrada (kilómetro 103). Y allí acabó la aventura. La carrera se despedazó y por la cima pasaron los corredores en fila. ¿Cansancio? No. Banesto, o sea, Induráin. Pasó José María Jiménez en primer lugar, con un minuto de ventaja sobre Clavero, Casero, Induráin y Rincón. Sólo éste parecía capaz de mantener el tipo ante semejante dictadura. No lo mantuvo.

La escapada olía a definitiva. Sus compañeros de equipo se colocaron en cabeza del pelotón. Y le echaron el freno. Sólo Pino, director de Kelme, reaccionó. Mandó arriba a todo el que encontró por el camino. De su equipo, claro. La imagen del grupo, con Jiménez a 1:30, quedó asi: cinco chavales del Kelme tirando como posesos y mirando de refilón a Indurain.

Pero el colombiano estaba sólo. Únicamente Santos Hernández supo responderle en el momento clave de la carrera cuando Jiménez comenzá a pérder su ventaja. Y Banesto, mientras enterito y sin empujar. Tenía Mínguez a Casero, García, Aparicio, Alonso y, por supuesto, Induráin, todos a la espera de comprobar si el escapado era capaz de aguantar. No aguantó. A trece kilómetros del final apenas mantenía 30 segundos de ventaja y ocho más tarde le cogieron. En ese momento, todos miraron a Induráin. Parecía el más capacitado para saltar. Pero no pareció que fuera ese el plan.

En el plan definitivo figuraba con mayusculas el nombre de Ángel Luis Casero, ganador del Tour del Porvenir en el 94. Saltó cuando nadie lo esperaba, con todos los ojos mirando al de siempre. Pero el de siempre se limitaba a ayudar, cumpliendo fielmente el papel que le habían asignado: el de gregario.

Y así ganó Casero, con cuatro segundos de ventaja , sobre Marcos Serrano, del Kelme ,que encabezó un grupo de quince perseguidores.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_