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El juego de los mensajes crípticos

La Jurado feliz y no feliz entre humos sonoros, y el turismo, comprando latas de sardinas en aceite

Dijo más o menos Rocío Jurado antes de iniciar su actuación en la plaza de toros de Puerto Banús algo por bajo de la media entrada, pero las gentes estuvieron mu entregás al espléndido y, sobre todo, larguísimo recital de la Leona, que hay quien dice que todavía sigue allí, cantando-, que "aunque por dentro no esté feliz, estoy muy contenta de estar aquí". Ante lo críptico de la frase, el periodismo se reunió en cónclave y dio en decidir que tal misteriosa aseveración pudo deberse al profundo cabreo que alberga el seno materno de la chipionera por la emancipación, vía ¡Hola! -venta de exclusiva, consistente en entrevista desmintiendo casorio inminente, y sesión de fotos con estilista especializado en camuflar fortalezas, inferiores rematadas por tobillos modelo estampida final en La senda de los elefantes-, de su hija Rociíto, la primera en un mínimo de cuatro generaciones de Rocíos que se ha lanzado al mercado sin consultar a su madre. Supongo que, debido a no estar feliz por dentro, la Jurado no controló un pequeño detalle, y es que los aparatos de echar humos, que los artistas suelen llevar al escenario para que les dé el toque evanescente, deben situarse siempre lo más lejos posible de los micrófonos. De lo contrario ocurre, como ocurrió en su recital, que cada vaharada mágica se acompaña por un sonoro "pffffff" que, en el mejor de los casos, parece que vaya a salir un tren, y, en el peor, que haya salido una ventosidad implacable.También suena críptico el título de la nueva novela que el maestro Antonio Gala está escribiendo en Alhaurín el Grande, y que comentó en una reciente y breve estadía en Marbella: La regla de tres. Tratándose de un sensible conocedor del alma femenina, me pregunto si al fin se ha decidido a contarnos su visión tríptica del menstruo, aunque lo más probable es que nos hallemos ante una historia de amor a tres bandas al estilo de las que tan bien contó Joshua Logan en La leyenda de la ciudad sin nombre y Camelot, sin ir más lejos. Ardo en deseos.

El misterio más misterioso de los últimos días es, en la modesta opinión de esta cronista estupefacta, la entrega de una garrafa de aceite, en plan regalo de bodas, que hizo Antonio Romero a esa pareja que quiso que les casara y que se encontró con que la bendición del portavoz por IU en el Consistorio malagueño iba acompañada por una sobredosis de materias grasas: una rima de Bécquer y el preciado líquido.

No estaría nada mal que cundiera la idea -la del aceite, no lo de Bécquer: Gil de Biedma nos libre- y los munícipes de la Costa del Sol empezaran a repartir víveres entre los turistas, que van como medio hambrientos. Es queja generalizada en hoteles y restaurantes lo poquito que gastan quienes han decidido veranear en estos pagos. Con estos ojos que han de ser incinerados en su momento vi entrar a un mozo de Telepizza en un hotel de lujo, llevando su preciado cargamento en dirección. a la piscina, ante el desánimo de los camareros. Frente a otro hotel paradisíaco, una tienda de ultramarinos recibe la insistente visita de los huéspedes, que compran baratas latas de condumios, tales como sardines in pure oil y zanahorias rayadas en vinagre, tomando la precaución, eso sí, de meterlas en cajas de embalar cava, caviar y . otros manjares que pueden ser transportados a la habitación sin pérdida de la reputación ni desdoro.

Todo esto me recuerda que un amigo malagueño que conoce bien a Antonio Banderas -el visitante que mejor ha comido en la Costa del Sol en los últimos tiempos- me ha contado que nuestro mas internacionalmente reputado actor y amante se va a poner, el año que viene y como quien no quiere la cosa, en un caché de, cinco millones de dólares por película, una pasta que da para invitar a la Melanie a lo que le salga de las narices.

Y no digo más, ni siquiera escribo más, porque he de emplear el resto del día en ponerme las lentillas para ir al Gran Trofeo de Golf Cruz Roja, que estará Sean Connery.

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