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Los adioses

El comité de enlace de CiU dio finalmente estado oficial a la ruptura del apoyo total prestado hasta ahora al Gobierno por la coalición nacionalista catalana. Pese a no haber alcanzado nunca el rango de pacto de legislatura, el acuerdo había venido funcionando de manera ininterrumpida desde la constitución de las Cortes elegidas en junio de 1993: los 17 diputados apoyaron entonces con sus votos a los 159 representantes del PSOE en el Congreso para investir a Felipe González como jefe del Ejecutivo por mayoría absoluta. En el debate sobre el estado de la nación celebrado en el pasado mes de febrero, los dos socios acordaron seguir juntos por lo menos hasta el 31 de diciembre de 1995 a fin de garantizar la estabilidad política durante el semestre de presidencia española de la Unión Europea.Sin embargo, los malos resultados electorales del 28-M y la incesante catarata de escándalos (las escuchas ilegales del Cesid y el giro dado esta semana al sumario de los GAL son los más recientes) llevaron a CiU a retirar su respaldo total al Gobierno. A lo largo del último mes y medio, las discusiones entre los dos coligados (y también en el seno de Convergència Democrática y de Unió Democràtica) se centraron sobre la fecha y la manera de ejecutar una decisión ya tomada; esa agitada polémica suscitó un guirigay de declaraciones cruzadas y mensajes contradictorios referidos a la forma de teatralizar la ruptura y al calendario de las elecciones generales y autonómicas: las posiciones variaban de día en día según la identidad de los portavoces y los humores de Jordi Pujol. Los socialistas multiplicaron la confusión al responder a los mudadizos pronunciamientos de CiU con planteamientos no menos cambiantes acerca de la secuencia adecuada y las fechas idóneas para los dos llamamientos a las urnas.

Las interpretaciones dadas a los encuentros y desencuentros entre CiU y el PSOE se han movido a lo largo de dos extremos: mientras algunos afirmaban que González y Pujol habían estado simplemente escenificando el nudo de una comedia cuyo desenlace había sido fijado de antemano entre bastidores, otros consideraban que la pugna era real y tenía un final abierto. Probablemente, la realidad está mas próxima a un aristotélico término medio: la instrumentación del entendimiento total entre la coalición nacionalista y el Gobierno socialista referido a la imposibilidad de prolongar la legislatura más allá de la primavera de 1996 admite amplias holguras que ambas partes siguen tratando de explotar en beneficio propio. Al fin y al cabo, la desconfianza es la ley de movimiento de los profesionales de la política, sean adversarios, socios o correligionarios los destinatarios de ese recelo.Como en la fábula de la ardilla, tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas, han resultado más agitadas que concluyentes. El comité de enlace de la coalición aclaró anteayer algunas dudas al revindicar su "libertad de actuación" a partir de ahora y pedir la convocatoria de elecciones generales "mmediatamente después'' de que finalice la presidencia española de la Unión Europea"; el motivo oficial de esa actitud es que el "desgaste muy acusado" del Gobierno crea "una debilidad muy negativa" para la esta bilidad política. Sin embargo, quedan por despejar otros interrogantes: de un lado, los eventuales acuerdos entre el PSOE y CiU sobre los presupuestos generales y las leyes que pudieran aprobarse durante el último cuatrimestre de 1995; de otro, las incertidumbres todavía existentes -en función del debate presupuestario- acerca del calendario electoral, sometido a la complicada combinatoria de la se cuencia de los comicios autonómicos y generales (¿cuál de ellos se celebrará antes?) y de las fechas asignadas a cada cita (¿otoño de 1995 o primavera de 1996?). Tal vez la mejor respuesta a esas preguntas sea la fórmula utilizada humorísticamente por los mexicanos para eludir los pronósticos rotundos: lo más seguro es que quién sabe.

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