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Tribuna
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Talla6

La verdad es que resulta infinitamente más entretenido seguir las peripecias del culebrón de Hugh Grant que perderse en el estudio de las subcontratas de la tediosa historia de desamor por interés de la pareja González-Pujol. Amén de estar nutrido, el primero, de datos mucho más objetivos.Hay que dar las gracias a la prostituta Divine Brown por la profufión con que ha difundido los detalles. Por la protagonista de este moderno cuento de hadas -en el que fue el príncipe quien puso en la horma algo a ensanchar, y no precisamente el zapatito de cristal- sabemos que el acto duró sólo diez minutos -lo del tiempo es muy relativo: imagínense lo eternos que parecerían con Pujol; porque Felipe aún está para un epitafio oral- y que, en su transcurso -por razones obvias, sólo habló él-, Divine fue informada, en impecable inglés de Oxford, de que el protagonista de Cuatro bodas y un funeral albergó siempre la fantasía de tener coyunda con mujer de color (aquí, conflicto para la prensa políticamente correcta: ¿dijo realmente "de color'? ¿O dijo negra? ¿Por qué no dijo afroamericana? Pero éste es otro artículo).

Sabemos también que la interfecta, previo pago de 20 kilos, ha contado que la intención del actor era lanzarse al completo -un día es un día, caramba-, pero que iba escaso de plata y tuvo que conformarse con remar al viento. Y eso no es todo: Divine ha clasificado al hombre y sus atributos como medianía, otorgándole sólo un 6 en una escala del 1 al 10. Y yo quiero romper una lanza por la grandeza de Grant, ya que, una vez más, tropezamos con la teoría de la relatividad. ¿Se han fijado en el tamaño de la boca de la dama? De haberse decidido a fantasear con una japonesa, el pobre Hugh habría pasado a la historia como Godzilla, qué maravilla.

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