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España resuelve el trámite

El conjunto de Clemente, en un pobre partido, sólo pudo marcar de penalti

Santiago Segurola

El trámite de Armenia se resolvió de forma muy apropiada: con un gol de penalti. El partido, que fue muy pobre, mereció eso. Apenas hubo juego, aunque la superioridad española, fue meridiana. Frente a un equipo atrincherado, buscó la victoria con persistencia pero sin ideas. La gente se aburrió y prefirió dedicar sus pensamientos a Clemente, que no metió a Cuéllar en el campo. Para los béticos, esa decisión fue un crimen y se lo hizo notar al seleccionador. No conocen a Clemente, uno de esos tipos que se crecen al castigo.Llegados a este punto, con la clasificación casi resuelta y con una larga temporada encima, la perspectiva de enfrentarse a Armenia es muy poco alentadora. La falta de excitación fue evidente antes y durante el partido. Nadie se alteró en Sevilla por la presencia de la selección y entre los jugadores todos tenían un gesto de infinito aburrimiento. La situación llamaba a un partido tedioso, de esos que se ganan con un poco de persistencia y con algún detalle.

Según el programa previsto, Armenia levantó un fortín en su campo. Se defendieron por amontonamiento y la altísima densidad de jugadores provocó graves problemas de tráfico cerca del área del portero Abrahamian. La selección española resolvió mal los atascos. Le faltó claridad, codicia y clase en algunos futbolistas. Goikoetxea fue el caso más preocupante de todos. Siempre ha sido Goikoetxea un favorito de Clemente, que celebra su esfuerzo de jugador sacrificado. Pero el extremo del Athletic juega ahora extraordinariamente ofuscado. En sus mejores días sacaba partido de la velocidad y la potencia, dos cualidades que ha perdido de manera alarmante. Varado en la banda derecha, Goikoetxea pasó una crisis en cada jugada. Naturalmente fue sustituido.

En el centro del campo, había más vigor que juego. Hierro volvió al centro del campo, donde disfruta de su devastadora llegada, pero sufre con sus carencias para tejer el fútbol con naturalidad. A su lado, Nadal, un futbolista de corte parecido a Hierro, poderoso, fuerte y cabeceador. Pero le falta el criterio necesario para dirigir a un equipo. Es un gran jugador complementario, no un director de orquesta. Pero Clemente los quiere de este porte en el medio campo.

La otra novedad fue Luis Enrique como delantero, un experimento que el seleccionador intenta sacar adelante desde el Mundial. Luis Enrique ha visto de todo y ha pasado por todo. Unidas sus características como jugador -una cierta tentación al alboroto- con la rotación constante que sufre, Luis Enrique padece un síndrome de falta de identidad. Ante Armenia comenzó como delantero y acabó como extremo derecha.

Entre unas cosas y otras, a España se le escapó el primer tiempo. Tuvo sus oportunidades -un tiro al larguero de Hierro, una mano a mano de Amavisca con el portero, las habituales apariciones de Guerrero en el área- pero el juego fue medio indolente. En cuestiones de ataque, no se supo nada de Armenia, sólo preparada para resistir.

El encuentro se convirtió poco a poco en un constante viaje de ida hacia la portería de Abrahamian, que dio trabajo a los fotógrafos. Se estiró una decena de veces con agilidad y estuvo a punto de detener el penalti que lanzó Hierro. Abrahamian salió con buena nota, pero su equipo estaba destinado a perder. Se puede vivir del amontonamiento y del espíritu hasta cierto punto, pero la posibilidad de la sorpresa era imposible.

Todo el segundo tiempo se vivió en los alrededores del área armenia. La inercia llevó a la selección española a empujar a sus rivales contra la portería. El acoso sólo podía concretarse en la llegada del gol español. Llegó en un remate de cabeza de Julio Salinas que despejó con la mano Valdanian bajo la portería. La novedad fue el cabezazo, porque Salinas es alto, pero le cuesta cabecear. Hierro marcó y dejó resuelto el partido. Sólo quedaba por resolver la magnitud del resultado final, que fue muy corto, y observar la reacción del público a algunas decisiones de Clemente.

Como es su costumbre, el seleccionador quitó a Guerrero, que nunca acaba los partidos en la selección. Su sustituto fue Caminero, entre las protestas del público, que quería a Cuéllar, el chico de casa. También como es costumbre, Clemente no concedió el favor sentimental a la hinchada bética. Desde ese momento, el partido desapareció. La gente comenzó a animar a Armenia y a silbar a España. "Clemente no, España sí", gritaba el personal. Así acabó la noche: sin partido y con polémica.

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