El Barça gana el último título de Epi
El Unicaja sólo se descompuso en el último tramo de un partido muy espeso
El Barcelona ganó la final del cambio. Su oficio y su obstinación le dieron un título que acabó festejando dándole por última vez la alternativa a Epi, su líder pese a no haber jugado un sólo segundo en el resto de la eliminatoria y que ayer se jubilaba tras 20 años de servicios al más alto nivel tanto en el Barça como en la selección. El Barça se llevó el título y el Unicaja compartió la gloria. No de otra forma se puede resumir la eliminatoria final más disputada en la historia de la Liga.La final se anegó en aguas desconocidas. El fallo había sido actor secundario en los cuatro primeros actos. En el decisivo se puso en el centro del foco. ¿Cómo podía ganar el Unicaja (26-31) pese a hacer agua en sus seis lanzamientos triples y desperdiciar cinco de los 12 tiros libres que efectuó? De la misma forma en que el Barcelona remontó su desastroso inicio (del 2-8 pasó al 11-10 y, algo después, al 24-19): más que por méritos propios, porque el Unicaja salió a piñón fijo, a aprovechar la mayor altura de Bosch respecto a su marcador Fernández y constantes pugnas por llegar bajo el aro. Pero ni por esas. Ni aún recibiendo dos faltas técnicas Ansley y Miller, pudo abrir brecha el Barcelona. No consiguió correr el equipo azulgrana y su ataque estático se convirtió en un manual de cómo darle cien vueltas al balón para enviarlo fuera del cesto. A veces ni tan siquiera llegó a las cien vueltas. Un descuido por aquí, una tontería por allá, un mal entendimiento y el ataque azulgrana se fue cegando, empecinado en resolver sin excesivo movimiento los balones que llegaban ya en defectuosas condiciones ya fuera de Galilea, ya de Montero.
El Barcelona se encomendó a Middleton, el único que pudo ver resquicio entre los biombos que construyeron Miller, Ansley y, más tarde, Reyes. Tampoco funcionó su tiro exterior: un triple sobre seis intentos en el primer tiempo. Al Unicaja le dieron aire sus reservas. Babkov anotó una sóla vez en el primer acto y Miller, mejor que en el cuarto partido, tampoco acabó de estar fino en el lanzamiento y cuidado del balón. Pero el trabajo de Reyes redimió a su compañero y permitió que Ansley se tomara un respiro en el banquillo, mientras que Ruiz tuvo un par de detalles en su aparición sobre el parqué. No hubo mejor ejemplo de por dónde fueron los derroteros del partido que la resolución de los últimos 11 segundos del primer tiempo. Pidió tiempo muerto Aíto para ensayar la jugada. Pero Galilea, forzado por Ávalos, incurrió en falta en ataque. Intentó aumentar la ventaja el Unicaja: pero Crowder le puso un espectacular tapón a Ansley. También sirve como ejemplo definitoria la infracción de Montero cuando sobrepasó los cinco segundos para poner un balón en juego, una acción que no fue aislada sino que refleja la inmovilidad y espesura que creó en su rival la defensa del Unicaja. La defensa del Barcelona fue buena, pero no tanto. Muchas veces tuvo que recurrir a la falta como único método.
El Unicaja, vista la espesura de Babkov, le dio cancha a Rodríguez. El base andaluz puso gasolina en el depósito de los suyos con penetraciones, algún tiro y forzando muchas faltas. El Unicaja pasé por una ventaja máxima de 9 puntos, 30-39, y se instaló en una de 8 que al Barcelona le costó reducir casi 10 minutos. Lo consiguió a base de una dosis extra de la medicina que precisaba el cariz del partido: mucha defensa y mucha abnegación para ir al rebote ofensivo y para arramblar con el balón más a cualquier precio y correr como un gamo. De modo que Salva Díez, junto a Montero durante varios minutos, y Andreu se encargaron de ponerle rumbo al partido. Andreu logró 11 puntos decisivos y Salva Díez desquició a Rodríguez. El Barcelona se puso por delante: 57-52 y a partir de ese momento, cada jugada fue un Everest para los andaluces. La suerte estaba echada. El Unicaja sólo podía asistir, a modo de homenaje, a los últimos segundos de Epi como jugador.
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