Irureta y Floro dan la espalda al espectáculo
El Albacete aprovechó sus oportunidades
EDUARDO RODRIGÁLVAREZ. La tarde no invitaba á la esperanza. Javier Irureta y Benito, Floro no se distinguen por el culto al espectáculo. Su felicidad se mide por el nivel de desagrado, que provocan en la grada. Su ley se rige por la macabra sentencia de "cuanto peor, mejor", y peor le resultó al Athletic porque a fuerza de hacer de bis ni siquiera destacó en un partido funerario.
Floro tiene a bien rentabilizar la desgracia ajena. He ahí su principal argumento futbolístico. Al minuto 6 le tocó la lotería en un libre directo que golpeó en la barrera y descolocó a Valencia. La línea entre los afortunados y los desamparados se dibujó en esa jugada, pero por si había alguna duda Garitano convirtió un penalti en una cesión al guardamenta. El efecto fue fulminante: el Athletic se convirtió en un coro de plañideras que ratificó sus lamentaciones en un cántico defensivo que sonó a gallo. Antonio agradeció la oferta.
El Athletic de Irureta tiende con facilidad a las rebajas y el Albacete de Floro vive con comodidad de aprovisionarse en los saldos. Es. decir, el hambre y las ganas de comer en perfecta armonía. Athletic y Albacete se dejaron el fútbol en el almacén. La primera mitad presentó la terrible incógnita de la cuadratura del círculo. ¿Cómo marcar dos goles sin pretenderlo? (léase el Albacete). ¿Cómo ganar sin acercarse a la portería? (léase el Athletic). La respuesta no está en el viento, sino plácidamente asentada en los banquillos.
Lo cierto es que el Albacete sacó provecho a sus dos únicas ocasiones y el Athletic necesitó tres (incluido un penalty) para marcar un gol. El Athletic de Irureta se rige por criterios informativos: hace lo que la grada y el rival esperan. Cuando Guerrero -el más heterodoxo- cambió el movimiento esperado obtuvo el gol. Fue la única jugada. que hizo pensar, y en la confusión obtuvo el premio. La electrónica de ambos equipos es ajena a la improvisación. Su fútbol, ni por asomo, aspira a tanto.
El Athletic, tras el gol de Guerrero, convirtió el partido en un debate muscular, un argumento recurrente para los equipos en crisis. Pero el Albacete no esperaba otra cosa. Se encerró en su cárcel dorada y abortó cada intentona con más facilidad de la prevista.
El trabajo defensivo de los de Floro resultó impecable, bien es verdad que el Athletic se comportó con una diplomacia exquisita' y sólo en un par de arrebatos puso a prueba a Molina para agradecer su presencia. Guerrero marcó, pero a costa de dos faltas consecutivas que el colegiado vio con claridad.
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