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Ramadán en Tetuán

Miles de fieles acuden estos días a la mezquita más veterana de Madrid y el barrio toma un aire lejano de alcazaba

Tetuán, la ciudad de las fuentes, en el norte de Marruecos. Tetuán, el céntrico barrio que se convierte en alcazaba madrileña, sobre todo ahora, cuando llega el Ramadán. En este mes de ayuno para los musulmanes, la mezquita que asoma en semiesquina a Bravo Murillo se colina de fieles. "Cinco mil o seis mil diarios", calcula el imam Riay Tatari. ¿Problemas con el barrio? "No, todo lo contrario", asegura. Y Tetuán, antaño apellidado de las Victorias, vuelve al origen de su nombre. El barrio nació emparentado con África. Su nombre obedece al origen de sus primeros pobladores: las tropas del general O'Donnell a su regreso de África, a partir de 1860. Al hilo de los soldados llegaron los menestrales, las casitas bajas. Doblado el siglo siguiente, cuando el Tetuán marroquí había deja do de ser la capital del protectorado español, el barrio madrileño se convertía en el centro de reunión de los musulmanes. "Tetuán es nuestra cuna. No vinimos por el nombre", ríe Tatari, "sino porque estaba cerca de la Ciudad Universitaria y no era una zona cara".

Ahora los musulmanes forman parte del paisaje. "La mezquita está perfectamente integrada en el barrio. No hay ningún problema ni roces con ellos", asegura el presidente de la Asociación de Vecinos Cuatro Caminos-Tetuán, Fernando García López. La presidenta de la Junta del distrito, María Antonia Suárez, añade: "Nunca ha habido denuncias ni protestas por la mezquita".

Alminar silencioso

Es una larga historia de convivencia. Hace 27 años la organización de Tatari, la Asociación Musulmana de España (formada sobre todo por universitarios de origen árabe), abría su primer local: un piso en Bravo Murillo. Luego se trasladaron un entresuelo en Francos Rodríguez, y desde 1988 la actividad se centra en la flamante mezquita de la calle de Anastasio Herrero.

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El lugar es discreto, una callecita estrecha, como manda a tradición del pueblo que fue independiente de Madrid hasta 1948. El edificio amarillo tiene alminar, pero el almuédano no se deja sentir. Es una, mezquita silenciosa. "El llamamiento a la oración lo hacemos en el interior, no hacia la calle, porque se trata de avisar a los musulmanes. Alguna vez, si los vecinos nos lo piden, sí lo hacemos hacia fuera", aclara Tatari.

El templo islámico cuenta con distintos servicios. A ras de calle se halla una carnicería halal, en la que se expende carne sacrificada según el rito musulmán: la res, orientada a La Meca, ha de ser matada de un, solo tajo que deje dos tercios del cuello con la cabeza y el otro con el cuerpo. También hay harira (sopa) instantánea o pasteles. Clientas de gabardina y pañolón, pero también con pelo suelto e indumentaria último grito. La carnicería, o, más concretamente, unas salchichas importadas, dieron el único quebradero a la concejal presidenta, que tuvo que llamar la atención para que este alimento se ajustara a la normativa española. Suárez cuenta la anécdota para ilustrar la falta de problemas en tre barrio y mezquita.

Pero la comida es cosa de la noche: Ramadán es ayuno mientras brille el sol. "Es también el momento en el que se manifiesta más la solidaridad entre los musulmanes. Se come juntos y se visita más la mezquita. Por la noche nos reunimos aquí", dice Tatari.

El Ramadán, (del 1 de febrero al 1 de marzo) sirve para "quitar todos los problemas que dañan las relaciones humanas". "Es un mes como una tregua". Sin embargo, las fechas ilustran alguna diferencia: en la lujosa mezquita levantada por los saudíes junto a la M-30 - la mayor de Europa- el ayuno comienza un día antes.

El tirón de la mezquita es mayor en Ramadán, pero no es el único atractivo del barrio. Los baños públicos municipales, hamman con mucha imaginación, tienen entre sus clientes a buen número de magrebíes. El aseo cuesta cuatro pesetas y es posible de lunes a viernes. Sin embargo, Tetuán no es la zona de Madrid con mayor presencia musulmana. En cuanto a los negocios, poco más que un restaurante libanés en la calle de Orense y la presencia en el mercadillo dominical de la calle del Marqués de Viana. "Hay más musulmanes en otros barrios, como Fuencarral, por ejemplo", puntualiza Tatari. Calcula que en la capital viven más de 30.000 musulmanes y otros 15.000 en la región.

El aumento de población islámica hace que la mezquita esté "rebasada". "Hasta 1985 no había un necesitado entre, los musulmanes, pero luego, con la gran ola migratoria, no damos abasto", afirma el imam. No sobra el dinero.

Pese a la hospitalidad del barrio, las cosas han cambiado. "Los medios de comunicación siembran un sentimiento de sospecha hacia los musulmanes", dice el imam. Y lo resume así: "Cuando pasa algo en el mundo con los musulmanes, me lo achacan a mí".

Y esta sensación fomenta aún más la política de "puertas abiertas"."Somos parte de Madrid y queremos que nos conozcan. Por eso practicamos la dawa [invitación]. Aquí puede venir quien quiera".

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