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Reportaje:

El lama lloraba por las noches

"Un niño no puede estar solo, por muy lama que sea", dice María, la madre de Osel

María Torres, budista, alicantina, de 41 años, tiene ocho hijos. Vive en Bubión, Granada, y tiene una empresa de turismo rural. Pero es conocida por ser la madre de Osel Ita, el niño de la Alpujarra granadina en el que el budismo vio en 1986- la reencarnación del lama Yeshe, el lama que abrió 60 centros por el mundo y que mejor sintonizó a finales de los años setenta con una juventud occidental desencantada que venía del hippismo.Su historia es la de una mujer que primero entregó su hijo al mundo, luego trató de recuperarlo y finalmente ha cedido a dos hijos para que crezcan en un monasterio tibetano rodeados de 2.000 monjes. Y, ahora lo cuenta en un libro de 300 páginas de reciente publicación: Sobre la cola del cometa Osel (Plaza & Janés): "Ahora estoy más tranquila. Pero necesitaba contar mi experiencia con esa especie de cometa que yo no controlaba, esa historia que me ha maravillado, llena de experiencias, alegrías y amarguras".

Planteamiento: "Mi hijo no era mío. No podía apoderarme de él. Debía compartirlo. Yo lo había visto con 14 meses sentado en un trono ante, 300 personas y comprendí que no era sólo mi hijo. Desde los cuatro años me mandaba comprar postales para ir regalándoselas a los niños. Mi hijo no era mío. Yo no podía apoderarme de él, porque mi maestro, el lama Yeshe, me había elegido a mí para reencarnarse. Osel era mi hijo y mi maestro". Desde los cuatro años el niño empieza a distanciarse de su madre. Primero se educa en Suiza. Cuando tiene seis años y medio, los lamas consideran que lo mejor es que crezca en el monasterio tibetano de Sera. La madre le ve cada seis meses. Y en Julio de 1993 decide llevárselo.

Nudo: "El niño cada vez estaba peor. Lloraba todas las noches. No estaba de acuerdo con la educación que le daban. Le estaban haciendo un niño caprichoso. Estaba acostumbrado a dar órdenes y ser el jefe y no sabía jugar con sus hermanos. Sólo jugaba con adultos, y por órdenes: "Tú vas a ser ahora mi caballo". Ha vivido acostumbrado a ser el centro de atención. Con una educación exquisita, pero con fallos. Se han olvidado de puntos fundamentales. Y yo me daba cuenta de que al niño no le estaban enseñando a conectar Oriente con Occidente, que fue lo que me fascinó de Yeshe. Un niño no puede estar solo, por muy lama que sea. Y decidí llevármelo, con gran conmoción en el mundo budista. Y me lo traje a Bubión. Porque si el niño no está bien, de eso sí soy yo responsable; ni los lamas ni nadie." Luego lleva a Osel a Londres para que esté una temporada con su padre, Francisco Ita, también budista, del que María se separó hace cinco años después de tener con él siete hijos. Y éste decide que Osel volverá al monasterio tibetano, pero que él se quedará a su lado.

Desenlace: "Yo al principio estaba que me subía por las paredes, pero comprendo que Osel

[que quiere decir luz clara] tampoco puede quedarse en Bubión. El me pide tres niños con los que jugar. Yo me lo pienso y decido que vaya Kunkyen, que es mi sexto hijo. Yo lo que quiero, es que Osel sea un hombre maravilloso, que siga el trabajo de Yeshe, ayudando a la sociedad actual a vivir de una forma más íntegra y positiva gracias a esa filosofía ancestral que es el budismo y que es perfecta. Pero no quiero que se eduque en la cultura tibetana, porque para culturas ya tiene la suya, la europea, la española".

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