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Menudo Hristo

El jugador búlgaro del Barça, a la espera de conseguir hoy el Balón de Oro

Robert Álvarez

"En este equipo sobran buenas personas y falta mala leche", dijo Cruyff en el verano de 1990. Y Stoichkov, con 24 años, aterrizó en el Camp Nou. El aficionado se hizo cruces y se apresuró a reivindicar la pulcritud y los buenos modales de su antecesor, Gary Lineker. Cuanto más le recriminaba la grada sus malos modales, con mayor contumacia los exhibía Stoichkov. Los culés le compararon con su enemigo público número uno de entonces: Hugo Sánchez. Mal asunto para un tipo sin el prestigio del mexicano del Real Madrid. Pero Stoichkov marcó goles, los dió y se convirtió en el jugador más odiado de los rivales del Barça. Buenos argumentos para empezar a convencer a una afición escéptica. Una afición a la que a veces sigue sacando de quicio, pero que ha acabado por dejarse seducir en una relación de amor y odio sin precedentes en el Camp Nou. Igual que se discute su comportamiento, existe un absoluto consenso sobre su calidad. Al socio empieza a resultarle imprescindible en el equipo. Otro síntoma más de que Stoichkov ha acabado por ganárselo. Una tarea impensable cuando llegó precedido de una fama insuficiente para el Barcelona, un humilde contrato y un carácter avinagrado como nunca se había visto sobre el campo.Coleccionó tarjetas amarillas y rojas; pasó a la posteridad del campeonato por un pisotón al árbitro Urízar Azpitarte; llamó "borracho" ante la televisión a otro colegiado, Soriano Aladrén; se peleó con la directiva, que le tachó de "ingrato" y de tener una "doble moral"; tuvo un pie en Italia -el Nápoles le inscribió provisionalmente-; le negaron de forma reiterada sus reivindicaciones contractuales; vio cómo Cruyff le humillaba con 10 sustituciones en 16 partidos, y una de ellas, ante el Español, después de marcar un gol, dar otros dos y chutar uña vez al poste; vio cómo le birlaron el Balón de Oro en 1992, y más recientemente ha sido amenazado por Núñez con no renovarle por hablar sobre el mal estado del césped del Camp Nou y por Cruyff por dedicarse sólo "a ir de fiesta en fiesta".

Por cualquiera de esas peripecias otro jugador hubiera sido expulsado del club azulgrana. Pero Hristo no. Él es diferente. Junto a tan polémicos episodios, Stoichkov es capaz de generar sensaciones absolutamente contrapuestas.

Cruyff lo descubrió para un equipo grande y lo defiende como merecedor del Balón de Oro que hoy se entrega en París (20.00 horas, Canal +). Núñez perdió el pudor y, en un arranque de espontaneidad, declaró estar perdidamente enamorado de su juego. Sobre el campo, Stoichkov ha mejorado su imagen de jugador conflictivo y anarquista sin perder un ápice de su rendimiento; más bien a1contrario, ha completado una temporada excepcional, que bien puede valerle un merecido Balón de Oro. Hoy sabrá si lo consigue y, de paso, cómo ha quedado en las urnas el pequeño partido búlgaro Nueva Elección, al que ha prestado su imagen para la campaña electoral.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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