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El ingenio de Guerrero rompe al Valencia

El Athletic acaba con el equipo de Parreira, falto de instinto rematador

Hay jugadas que salvan un partido y partidos que apenas sobreviven a un par de jugadas. El de ayer en San Mamés pertenecía al segundo género, aquel que se desequilibra por la categoría individual de los protagonistas al margen del guión establecido. Guerrero y Mijatovic tienen a bien reconciliar el fútbol con el espectáculo y unas dosis de sus habilidades justifican el precio de la entrada. El resto del espectáculo respondía a la rutina y discurrió ajeno a la emotividad salvo en el marcador, empeñado en aderezar la función.Para bien del Athletic, Guerrero gusta de ejercitarse en la pista central, en los aledaños del gol y busca la red incluso cuando la divisa desde la lejanía. Para desdén del Valencia, Mijatovic tendía a la pista lateral, donde se, ejercitaba como asistente malgastando sus habilidades muy lejos de la portería, aunque ofreciendo un ejercicio exquisito en el arte del uno contra uno.

En un santiamén Guerrero se sacó dos goles a caballo entre su voracidad y su inteligencia, aquello que permite a los buenos futbolistas intuir la resolución de una jugada antes de que la imagine el compañero. Los goles rojiblancos eran fruto de la inteligencia más que de la estrategía y de un cierto tancredismo valencianista en su aplicación defensiva: Guerrero encontró siempre un lugar al sol en el bosque defensivo del Valencia.

Entre gol y gol, Penev encontró un balón a su medida y se sacó un, zapatazo seco y colocado que reconcilió su condición goleadora. Era un encuentro dictaminado alternativamente por cada equipo sin que ninguno impusiera su denominación de origen. El Valencia quería tocar, triangular, aderezar cada jugada,. pero sus opciones morían en apenas unos metros. Ni Engonga ni Fernando encontraban el sentido del partido y Maqueda y Poyatos no se distinguen por su buen tacto y sí por su octanaje.

La desgracia aviva el instinto y el Valencia se aplicó a la tarea.. Desde la reanudación sometió a. su rival a un asedio constante que destapó todas sus debilidades. Mijatovic se centró, buscó el área en apoyo de Penev y convirtió el partido en una cuestión de fe más que de gustos.

Irureta reforzó la defensa y San Mamés le dedicó un concierto sonoro que ratificó un cierto divorcio entre el técnico y la grada. Andrinúa salvó bajo los palos un disparo de Penev y después Mendieta hizo lo propio con otro de Guerrero. El Athletic sacó a relucir todo su espíritu conservador, casi usurero, con el que se mueve siempre en el filo de la navaja.

El toma y daca estaba servido. El Valencia ensanchó su formación y ello permitió algunas correrías rojiblancas, con un intento de vaselina de Ciganda que Zubizarreta evitó . con la punta de los dedos. Pero San Mamés tenía el alma en un puño e incluso en el tiempo de descuento Penev envió un balón por encima del larguero que encogió el ánimo del Athletic. No era una cuestión de justicia o de injusticia en el resultado, sino de acierto en el remate. Bien es verdad, como dijera Di Stefano, que los goles no se merecen, se consiguen. Guerrero aprendió la lección y sacó el partido adelante. El Valencia tuvo un, aspecto innegable de equipo aguerrido y sobrado técnicamente, pero adolece de instinto rematador.

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