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DECIMOTERCERA JORNADA DE LIGA

El Madrid no aguanta en Anoeta

Un gol de Kodro en el último minuto igualó el de penalti de Hierro

El virtuosismo tiene sus debilidades: el medio ambiente, el escenario y sobre todo la incomodidad convierten fácilmente a una orquesta de cámara en un conjunto de instrumentistas informales. El Real Madrid no soportó ni un segundo el aliento en el cogote y se aplicó a una interpretación lineal de la partitura en espera de que el telón concluyera con algún beneficio su malestar. No fue posible porque no hizo méritos para ello y la Real Sociedad apuró al límite sus posibilidades obteniendo un empate que resarcía su esfuerzo. La fantasía podía esperar.

La Real Sociedad, en situación delicada depende de la honradez y el esfuerzo como el Madrid del clima ambiental para ,imponer su criterio. El Madrid le aligeró la tarea. Sin poder en los laterales, por la baja forma de Luis Enrique, la apatía de Quique y Amavisca y ratificado después por la lesión de Michel, condujo al partido por el callejón central, es decir, por donde la Real Sociedad quería. La trampa era infantil pero los, donostiarras obtuvieron provecho de su estratagema. En un santiamén agotaron las posibilidades de Redondo y Laudrup, minusvalorando la capacidad creativa de su oponente.

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Al cuarto de hora el Real Madrid ya tenía una cierta apariencia fantasmagórica. La presión donostiarra en todo el campo le había sacado de sus casillas reduciendo no sólo su capacidad ofensiva sino cuestionando incluso su estrategia defensiva. Durante la primera mitad los madridistas se confiaron al influjo de la fortuna y divisaron los disparos realistas como un mal menor. Por tres veces amenazó la Real a Buyo pero siempre adoleció de puntería. O Kodro o nadie: el Madrid entendió el mensaje. Se refugió en la apatía y esperó el beneplácito de la suerte.

Como siempre ocurre la encontró inesperadamente. Un exceso de ardor de Luis Pérez sobre Laudrup otorgó un discutible penalti que enardeció al graderío. Al margen de la rigurosidad de Martín Navarrete, la jugada evidenció la fragilidad defensiva donostiarra, capaz de malgastar en un segundo la firmeza construida en una hora.

Las injusticias tienden a la seguridad cuando se manifiesta alguna duda y la Real Sociedad re presentaba el lado más débil de la contienda. El gol no cambié el tono gris del Madrid. Karpin le bastaba para taponar las ideas de Redondo e Imanol junto a Imaz aburrían las posibilidades de Laudrup.

El error de la Real Sociedad, más allá del discutido penalti, fue convertir el ardor en el único argumento. La impotencia es mal consejo y su voracidad abría espacios para que circulara Amavisca con su habitual sentido de la orientación mientras Laudrup poco a poco encontraba carriles para hilvanar su fútbol.

No era un Madrid brillante ni mucho menos virtuoso. No merecía ganar. Y debió darse cuenta de ello cuando Raúl a falta de cinco, minutos malgastó una oportunidad. ante Alberto que hubiera sancionado el partido. Se limitaba apenas a administrar su botín e incrementar el nerviosismo de su rival. El partido alejado del espectáculo técnico adquirió tras el gol un carácter psicológido. La ventaja rearmó al Madrid y hundió durante algunos minutos a la Real Sociedad en un mar de dudas. A falta de ocasiones, adquirió al menos buenas vibraciones al amparo del ejercicio físico realista y de algunas incursiones de Amavisca.

Pero el Madrid no daba la talla y tan sólo manifestaba conocimientos académicos para encubrir una mala tarde. La Real Sociedad aportaba. lo que se suponía: voluntad, algún-riesgo y escaso remate. Pero la fe movilizó sus debilidades y en un zarpazo devolvió la justicia al partido.

Una falta al borde del área sirvió para que Kodro evidenciara su capacidad en la materia. Era el premio a la constancia y el castigo a la inoperancia.

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