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El gran día

Jorge Valdano reúne periódicamente a los jóvenes valores del Real Madrid

Santiago Segurola

"Mírale a Alvarito", dice Dani, un muchacho de aire suburbial que parece sacado de una película de Eloy de la Iglesia. Nacho [Jara] no le contesta. Está sentado detrás de la portería, todo ojos. Tiene 15 años y dicen que juega bien. Con toda seguridad imagina que algún día disfrutará de la ocasión que ahora tiene Álvaro, un zurdo con talento y futuro que escucha atento, casi solemne, los consejos de Valdano. Alrededor del técnico están reunidos 10 chicos, escogidos entre los equipos menores del Madrid. Ninguno sobrepasa los 18 años. Es su gran día.Recibieron la noticia después del entrenamiento matinal. Valdano quería practicar con, ellos, una decisión que el técnico había tomado desde su llegada al Madrid. Años atrás, Ángel Cappa y Ángel Félix, sus ayudantes, habían realizado una experiencia similar en tres equipos, argentinos: Boca Juniors, Huracán y Banfield. "Queremos algo más que explicarles conceptos futbolísticos. Nuestra intención es situarlos ante el compromiso que significa el fútbol profesional y vestir la camiseta del Madrid", explica Valdano.

Se juntaron en uno de los campos de la Ciudad Deportiva. Unos llegaron con sus padres, otros con los amigos. Alguno aparcó su pequeño utilitario en el lugar donde Michel o Laudrup dejan sus deportivos. La tribuna lateral estaba casi vacía. Algún día estos chicos atraerán al ejército de adolescentes que acuden a los entrenamientos para saludar a susidolos. Pero ahora son desconocidos: Alvaro, Morán, Víctor, Torres, Guti, Luis Martínez, Ribera, Raúl. Nadie les fotografió, nadie les pidió un autógrafo, nadie gritó su nombre.

Todos esconden algún rasgo especial. Luis es medio centro y dispone de ese sentido del aseo con la pelota que requiere su puesto, Víctor tiene el perfil vertical de los interiores derecha, Álvaro juega, con sutileza en los dominios del 10 y Guti es Redondo. En realidad es un replicante de Redondo en forma de media punta. El mismo corte de pelo, la misma forma de correr -el balanceo, del tronco, los codos contra el aire, los puños contra el pecho-, el mismo tranco y la misma forma de enganchar la pelota con la pierna izquierda. Tiene 17 años y asegura que su estética es anterior a las primeras noticias que tuvo de Redondo.

En realidad, Guti choca con la vieja mentalidad jesuítica del Real Madrid. Algunos empleados han puesto precio a su larga cabellera. Pero no es sólo la estética. También es la ética. La decisión de Valdano de escoger a 10 muchachos para adiestrarles e informarles de los rigores del gran fútbol, choca con el ambiente uniformador que preside el club. Quizá por eso Vicente del Bosque se resiste a hablar de ellos. "No diré nada. Se pueden producir envidias entre los compañeros", se excusa.

Pero la realidad es distinta. El fútbol procura la competencia y la diferencia. Y estos jugadores tienen cualidades que les distinguen de los demás. Vean a Raúl. Nada en su aspecto delata la presencia de un goleador implacable. Es un muchacho flaco, de brazos largos, estatura media, un poco chueco cuando corre. Esa información no vale nada: en el área opera como un cirujano. "Pocas veces he visto a un jugador que defina tan bien", reconoce Cappa. "Siempre llega de frente a la portería, y su facilidad para escoger los rincones es escandalosa".

Raúl, 17 años, lleva el gol en el cuerpo. Jugó hasta la categoría cadete en el Atlético, pero cuando Gil se deshizo de los equipos menores fue rápidamente captado por Madrid. Ahora juega en el equipo de Segunda B y su nombre reclama cada vez a más aficionados. Ha marcado 13 de los 27 goles de su equipo. Un día se sentó con Valdano y el entrenador le dijo: "Esta temporada jugarás algún partido con el primer equipo". Ya lo ha hecho. Contra el Oviedo en un amistoso. Es el jugador que ha vestido más joven la casaca madridista.

Sentado detrás de la portería, Nacho Jara observa el entrenamiento. Jugaba en un equipo de Murcia cuando fue fichado por el Madrid. Sólo tiene 15 años y moriría por entrenarse con Valdano. No es cuestión de envidia. Es ambición, el material que forja el mundo del fútbol.

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