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Reportaje:

Mario se lo monta de limusina

Un madrileño de 22 años prospera con el negocio de los coches de lujo

Mientras que las aspiraciones de muchos jóvenes de 22 años están en terminar los estudios, conseguir un trabajo o ahorrar para comprar el primer coche, a Mario Palomo le preocupan las deudas y que su negocio de alquiler de limusinas en Madrid vaya sobre ruedas.Mario empezó a trabajar a los 18 años en un bar de copas, pero su verdadera pasión eran los coches. Su espíritu inquieto le llevó a pensar en algo más original que abrir un concesionario de vehículos y se lanzó a la aventura de los automóviles de lujo.

Con los ahorros de su trabajo en el bar y sin saber una palabra de inglés, se marchó una semana a Estados Unidos. "Me dijeron que allí podría encontrar cualquier cosa, ya que los americanos lo han inventado todo", explica.

A través de un amigo puertorriqueño, Mario asistió en Nueva York a su primera subasta de limusinas en unos locales que abrían las 24 horas. La experiencia fue fascinante, a la vez que angustiosa, según comenta, "ya que, como tenía poco dinero, me hacía las cuentas con una calculadora, perdiendo un tiempo que los demás aprovechaban para pujar y llevarse los coches".

Sin embargo, para él también hubo una limusina de 7,38 metros de largo, negra y con asientos de cuero, que le costó 2,5 millones de pesetas. "Después tuve que gastarme más del doble para matricularla y homologarla a la normativa española", especifica. Luego, su padre le cedió una nave en Vallecas para utilizar como garaje y cocheras. De esta forma nació, hace poco más de un año, la empresa Service Limousine Madrid, SL. Pronto comenzaron a llegar peticiones de personalidades que llegaban a Madrid para la celebración de congresos profesionales o de grupos de jóvenes que pretendían festejar una despedida de soltero por todo lo alto.

Con los primeros sueldos que sacó de la Ford Lincoln, Mario no dudó en viajar otra vez a Norteamérica. En esta ocasión se trajo otra limusina blanca, que cubre todas las solicitudes de traslado en bodas y acontecimientos, como la Pasarela Cibeles.

Ya con esta flota de coches de lujo, a la que se incorporaron más tarde otra limusina azul, dos Mercedes 500 y varios Audi 100, este empresario tuvo que enfrentarse a la competencia. Visitó todos los hoteles de lujo y ofertó un buen precio, dispuesto siempre a atender los caprichos de sus clientes. Sobre este particular, Mario recuerda una anécdota: "Unos japoneses que iban a El Escorial me pidieron jamón de Jabugo y un buen Rioja para amenizar el paseo".

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Ahora, sus miras están puestas en hacerse un hueco en el aeropuerto de Barajas para cubrir los trayectos de los ejecutivos habituales del puente aéreo Madrid-Barcelona, y a los que se cobraría 25.000 pesetas por llevar a su destino.

El resto de servicios se contratan a tiempo mínimo de cuatro horas y un precio de 45.000 pesetas, en las que se incluye un chófer con idiomas, un seguro, nevera, teléfono móvil, televisión, mueble bar e hilo musical.

Con estas prestaciones, Mario ha logrado sacarle 83.000 pesetas a cada uno de los casi ocho metros de sus tres limusinas en un plazo de 10 días, cuando se celebró a primeros de octubre en Madrid la 49º Asamblea Anual del Fondo Monetario Internacional. Mario no se fía. "Aquello sólo fue una buena racha".

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