Stoichkov brinda con un gol en el último minuto

Valencia se disfrazó de Manchester para retar al tetracampeón. Lluvia, un terreno pesado y embarrado, un público locuaz, voraz e implacable con los visitantes y con el árbitro, un ambiente estremecedor y un equipo rival que basó su réplica al campeón español en un 4-4-2 con marcajes zonales. El Barcelona daría saltos de alegría si repitiera en la Liga de Campeones el resultado de Mestalla, pero es difícil que en Inglaterra tenga la misma recompensa por una actuación que, hasta la jugada del empate, no pasó de ser mediocre.No es que el Barcelona hiciera demasiadas cosas mal. Si se propuso aumentar sus cuotas de posesión en relación con partidos anteriores, alcanzó su propósito. Pero no dio señales de haber olvidado la amistad con Zubizarreta hasta que Koeman engatilló un tiro lejano en el minuto 32. A éstas alturas, el equipo de casa había creado media docena de ocasiones claras y sin hacer un juego excesivamente inspirado.

Su piedra angular fue el brasileño Mazinho, recuperado a última hora tras una semana sin entrenarse. El hecho pasó factura en los compases finales del partido y su desaparición coincidió con el tardío despertar del Barcelona.

El Valencia, a pesar de marcar pocas diferencias en las batallas individuales, encontró en la pizarra de Cruyff flechas que señalaban el camino hacia Busquets, sobre todo por la vía que dejó Sergi en su marcaje sobre Mijatovic. Por el hueco de su banda entró a saco el Valencia.

Parreira ha diseñado una estructura románica -sólida y simétrica- frente al estilo barroco del conjunto de Cruyff. El Barcelona tiene detalles llamativos que esconden la precariedad de su estructura. No empezó a producir obras culminables hasta que el Valencia quedó en inferioridad numérica y hasta que Stoichkov decidió irse al centro del ataque.