PSOE contra PSOE
NADA DESESTABILIZA tanto a un Gobierno como el riesgo de ruptura del partido que lo sostiene. No está tan lejos la experiencia de los últimos Gobiernos de la UCD, paralizados por las querellas entre sus notables y la siempre latente amenaza de ruptura de su grupo parlamentario. Jordi Pujol, con su habitual realismo y cazurrería, acaba de recordarlo crudamente al señalar que la ruptura socialista sería motivo suficiente para suspender su apoyo al Gobierno de Felipe González. La advertencia coincide con un recrudecimiento de la batalla interna entre guerristas y renovadores dentro del partido socialista.Los hechos han confirmado la impresión generalizada de que el último congreso del PSOE, celebrado el pasado mes de marzo, se había cerrado en falso. Pareció que la tormenta antisocialista de primavera, culminada en la derrota electoral en las europeas y el retroceso espectacular en las andaluzas, facilitaba la reconciliación: sobre la base compartida de que unos y otros se encontraban en una misma fortaleza asediada. Pero apenas pasado el verano, el voto de castigo de los diputados guerristas a Joaquín Almunia, presidente del Grupo Socialista en el Congreso, vino a recordar que la guerra continuaba.
Javier Sáenz Cosculluela y Eduardo Martín Toval, arietes de ese sector crítico en el grupo parlamentario, reconocieron implícitamente que su divergencia no era política, sino de poder: explicaron con admirable sinceridad que habían votado a favor de la gestión de la dirección del Grupo Socialista en el Senado porque se había incluido a una senadora guerrista -Elena Flores- en el mismo; y en contra, en cambio, en el Congreso porque todos eran renovadores. Era un primer aviso de la función que pensaban atribuir a la constitución de un grupo guerrista dentro del grupo parlamentario, que se anunció poco después.
Ahora la batalla se ha trasladado a los congresos provinciales de Andalucía. La exclusión del celebrado estos días en Huelva de seis delegados renovadores por problemas, supuestos o reales, de acreditación ha llevado a que el secretario federal de organización, Ciprià Ciscar, proponga su anulación a la Comisión Ejecutiva Federal. Seguramente, la naturaleza de este conflicto, formalmente estatutaria, habría aconsejado una solución en el marco del propio congreso o, en todo caso, en el de la organización socialista andaluza. La rectificación por el propio Ciscar de su primera decisión de anular sin más el congreso y su posterior intento de conciliación sobre el terreno trata probablemente de evitar que en el mismo se vea implicada la Ejecutiva nacional; es decir, González y Guerra.
Sin embargo, José Rodríguez de la Borbolla, significado renovador andaluz, ha pedido públicamente a Guerra que salga de detrás de la cortina y deje de actuar a través de correos: que diga lo que piensa del conflicto. Pero si dice lo que piensa, la batalla se trasladará al núcleo dirigente, donde ni siquiera podrá echarse mano, como en el congreso, de aquellos integradores que brotaron en marzo a modo de colchón intermedio o tercera vía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.