_
_
_
_
_

Menos análisis y más acción, por favor

España debe conformarse con viajar en el furgón de cola durante varios años

España terminó su deprimente actuación con un 10º puesto, el mismo que logró en Argentina hace cuatro años. Cualquiera podría pensar que este nuevo descalabro hará mover los cimientos del baloncesto español. Nada más lejos de la realidad. Hay que desencantarse lo antes posible, pues las posibilidades de un cambio a corto plazo son mínimas. Debemos acostumbrarnos a vivir en el furgón de cola pues de ahí no vamos a salir en varios años. Tal negro presagio no viene derivado del desalentador futuro que se espera ante la falta de jugadores importantes que subyace en las nuevas generaciones. No es sólo eso, ni siquiera lo más importante. Lo que ocurre es que, a pesar de los continuos batacazos, todavía no hay nadie con auténtica voluntad para que el baloncesto español remonte el vuelo.Como ha ocurrido en los últimos años, después de cada decepción se abre un tiempo de reflexión. Las cuatro patas de la mesa (federación, ACB, jugadores y medios de comunicación) analizan la situación y cada una de ellas parece tener la solución. Todo se realiza de forma unilateral. La federación delega responsabilidades, en los clubes y sus jugadores. Los clubes mantienen sus posturas y acusan a los jugadores, entre otras cosas, de estar demasiado mimados. Los jugadores recurren al manido tema de los tres extranjeros y se olvidan de mirar sus propias miserias. La prensa reparte estopa para todos.

Más información
La selección nacional acaba en décima posición

Pero en el escaso plazo de un mes comenzará una nueva Liga, y todo se olvidará. La federación pasará a segundo plano, se mantendrá el tercer extranjero, los jugadores seguirán luchando por sus derechos y los medios se centrarán en el presente. Como consecuencia, la Liga ACB continuará siendo un auténtico aburrimiento, con más equipos de los necesarios, más extranjeros de los necesarios, más entrenadores conservadores de los necesarios y con menos público del necesario. En junio de 1995, 10 meses de competición después serán llamados 12 jugadores a la selección. No habrá mucho tiempo para prepararse y casi con toda seguridad no se alcanzará el pasaporte para Atlanta. Entonces llegará una nueva tanda de reflexiones.

Lo que no se han dado cuenta las partes, o eso parece, es que ya no hay tiempo para seguir analizando. Hay que actuar, o la maltrecha nave acabará hundiéndose irremisiblemente, si no lo está ya. Mientras cada uno da sus soluciones, los años pasan y los fracasos se suceden. Y no sólo es cuestión de la selección. El interés por el baloncesto decrece a marchas forzadas, por mucho que la ACB venda mejoras. La, televisión, termómetro infalible, dicta sentencia todas las semanas. Los encuentros los ven cuatro gatos.

Hay que acabar con el insufrible inmovilismo que corroe al baloncesto. Hay que terminar con el disco rayado de "esto es lo que hay". Hay que desterrar los lavados de manos. Para ello son necesarias medidas drásticas. Liga de Jóvenes y limitaciones de edad para el acceso a la liga profesional, reducción de la ACB, fuera el tercer extranjero y puede que el segundo, 24 segundos de posesión, primar los 100 puntos, creación de una escuela de comportamiento profesional.... Todo está muy bien si se llega a poner en práctica, cosa bastante dudosa. En el pozo en el que se encuentra nuestro baloncesto, la equivocación en la toma de soluciones está justificada. Lo que no lo está es dejar de adoptarlas, que es lo que ha ocurrido. Abandonemos el vicio de echamos las culpas y actuemos. Estamos llegando a las últimas y aquí se habla mucho, pero nadie mueve un dedo. Y si lo mueve, no se nota. Y encima queremos ir a Atlanta. Somos unos ilusos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_