Moraleja: los vitorinos
Es más importante no errar ni una sola vez que acertar 100 veces..".Es como una utopía. Estamos viendo todo lo que alcanzan los ojos de las 350 hectáreas -70 de pasto verde- de la ganadería que cría los vitorinos, esos toros con visos de leyenda, con estampa, trapío, tirando a corniveletos, con cuajo, cárdenos, bellos, bravos, temidos o admirados, fabricados aquí por el Séneca del universo de la fiesta, Vitorino Martín, desde que, va para 30 años, asentó su sapiencia en esta finca nombrada Monteviejo, en el término de Moraleja, Extremadura, cerca de Coria, dividida en dos por el río Arrago que da vida en su vera a los alisos y a los azaoces que diríanse sauces llorones en día de fiesta.
Nos sentamos en una escalera del caserío/almacén de los aperos de labranza, pegando a los silos de cinz que conservan los cereales. Los animales pastan por entre las encinas; hay 350 vacas; los ocho sementales, que rondan los 600 kilos cada uno y aseguran el preñado de las hembras, no salen en todo el año de Las Tiesas de Santa María, la otra finca extremeña de la camada.
Vitorino es el papa de un vitorino, misterio del cruce de la sangre de los toros de dos ganaderías con historia, Santa Coloma y Saltillo; el mayoral, Julio Presumido, es el cardenal primado; Domingo, hijo mayor del mayoral, es el factótum de la ganadería, y su hermano, Juan, qué sólo cuenta 22 años y va para picador, oficia de vaquero.
Crear un vitorino es magia, rito y rigor, como la crianza de un vino. El mes de enero las vacas van a la finca Las Tiesas; y se hacen lotes para cada uno de los ocho sementales; así viven emparejados hasta el mes de junio. Los vaqueros, cada día, vigilan si las vacas han sido montadas; el montado de una vaca por un semental dura 24 horas, quedan preñadas alrededor del 75%; una vaca, también, gesta durante nueve meses, y es la hora de parir; si el ternero es macho o hembra se aprecia porque al macho le sobresale el ombligo y le asoma la verga; aquí comienza la reseña del recién nacido, de pelaje cárdeno en mayoría, pero que puede quedar en entrepelado: ni negro ni cárdeno; a los siete meses es la celebración del herradero, marcando con hierro, a fuego, el año de nacimiento y el número de orden de esta operación.
Se bautiza al becerro con el nombre de la madre y ya se separan; hasta que cumplen cuatro o cinco años, día y noche, en cercados de la finca se alimentan de hierba del campo y de pasto. Un vitorino se alimenta con piensos, pastos, paja y cereales: es el cultivo de la finca, nada es artificial, y es una parte de lo que contribuye a mantener la personalidad.
El mayoral vive en Monteviejo. En un libro se anota la reata de cada vitorino: es un historial desde su bisabuela o su abuela; los tentaderos, de enero a abril, dicen de la calidad paridora de las vacas; las que no embisten hasta 15 veces al peto del caballo de los picadores quedan excluidas como futuras madres, y al matadero con ellas.
Vitorino, su mayoral y el empresario de turno escogen cada corrida; el mayoral, Presumido, acompaña siempre a los toros que viajan en camiones, para, muchas veces, ser ovacionado o para salir a hombros de la plaza, acontecimiento que ya ha ocurrido.
Cada temporada los vitorinos dan a la fiesta ocho o 10 corridas; cada toro, según su reata y su estampa puede valer cinco o seis millones de pesetas. Vitorino y sus hombres presumen el juego que pueda dar un toro mimado por su crianza, "pero un toro es como un melón cerrado: hasta que no lo calas no sabes lo que es", sentencia el factótum Domingo.
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