Induráin renuncia a ganar el Tour bajo palio
El líder se dedicó en la cronoescalada a administrar su renta y dejó que Ugrumov le aventajara en tres minutos
Ugrumov iba a salir a morir; su ataque podía resultar, además, terrorífico, porque ha llegado fuerte a este final de Tour. Pantani se disponía a combatir en su terreno. Virenque tenía que hacer una defensa a ultranza de su posición. Leblanc se sentía depositario del honor del ciclismo francés. ¿Y Miguel Induráin, qué pintaba en todo esto? Según él, nada. Sus metas no son concretas, sino históricas. Ganado prácticamente el cuarto Tour, ya ha comenzado a hacer acopio de energías para el quinto. Induráin podía haber ganado la cronoescalada si se lo hubiese propuesto. Los dos primeros puertos, de tercera y segunda categoría, se subían con el plato grande; y el último, de primera, era tendido. Sus fuerzas no estaban en absoluto menguadas. Prueba de ello es que en los últimos cinco kilómetros de la escalada, igual que sucedió en Alpe d'Huez, invirtió menos tiempo que nadie. Un organismo sin fuerzas no va a más cuando se le exige un esfuerzo supremo, al contrario. Sí responde, en cambio, cuando recibe un estímulo e Induráin lo tuvo cuando vio delante de él a Virenque.
"No te cebes con Virenque, no te cebes con Virenque", le gritaba Echávarri, el director del Banesto. Induráin le había tenido a golpe de pedal todo el tiempo, nada más rebasar el segundo alto. Pero no quiso ir a por él. "Si Induráin me pasa, perfecto, me pongo tras él y que me lleve hasta la meta", había declarado Virenque en la víspera. Induráin no sirvió de liebre a Virenque, ni a nadie, porque su carrera es otra, la de los cinco Tours, algo que nadie ha conseguido de manera consecutiva. Ni siquiera los corredores que habitan en el Olimpo, los Merckx, Anquetil e Hinault.
Si le hubiera alcanzado estaba por ver cómo podía haberle aguantado Virenque el ritmo, pero Induráin no está desde hace muchos días para derroches. Ayer renunció de salida a obtener su undécimo triunfo de etapa en el Tour, cantidad miserable, por otra parte, tratándose de un cuádruple campeón, dando por supuesto que éste lo gana mañana en París. La lucha iba a resultar extrema y no sintió necesidad de entrometerse en asuntos ajenos.
Por mucha tranquilidad con que se tomase la etapa, jamás le iba a salpicar la sangre. Pero aún así adoptó sus precauciones. Por el primer control (km 9,5) pasé Ugrumov con mejor tiempo, y nada más que con 18 segundos. Perfecto; a casi nueve minutos en la clasificación general, poco daño le podía hacer. Por el segundo (km 24) también le aventajó Pantani. Situado entre los dos fuegos, por un lado Ugrumov y Pantani, que atacaban, -y por otro Virenque y Leblanc, que se defendían, se sintió cómo do, prueba de ello es que volvió a realizar el segundo mejor tiempo parcial hasta el tercer control (km 33), de nuevo tras Ugrumov. Por el cuarto (km 43) ya no le gustó que Leblanc le fuera re duciendo diferencias. Entonces se puso de pie sobre el sillín, imprimió mayor impulso a la pedalada y logró el mejor tiempo de todos en los últimos cinco kilómetros de la ascensión.
Fue cuando Echávarri le gritó "no te cebes con Virenque". Y es que Induráin, ayer, no debía te ner referencias que le obligaran a un esfuerzo. Ni siquiera salió a la etapa con pulsómetro, que le in dica el margen de fuerza que aún puede desarrollar. Debía escuchar los consejos de la razón, no del corazón. Sentir lo que le de cían las piernas, lo que los lustrosos músculos transmitían a su cabeza. Y actuar en consecuencia, pensando siempre en el futuro, con la hucha en las manos. Y, por si a aso, detrás estaría su director para reprimir sus impulsos, si es que los tuviera.
El líder perdona Induráin, compitiendo al tra-tran, redujo antes de la mitad del recorrido a un minuto la diferencia con Virenque, que había salido tres antes. En la meta, 12 segundos les separaron. Induráin le perdonó la humillación que supone ser doblado en una con trarreloj para alguien que aspira a subir al podio de París. Pero los sueños de Virenque terminaron igualmente. En París tendrá un puesto de honor, el del rey de la montaña, escasa recompensa después de haber estado aspirando a sentarse a la derecha de Induráin. Cayó, además, en el terreno donde, por sucesión, ocupa el trono, pero por aclamación hay otro rey, Pantani.
Fue un día duro para el ciclismo francés. La etapa de ayer quedó planteada como la batalla definitiva en la que debía recuperarse un honor perdido. Desde 4 1989 no suben franceses al podio y este año hubo dos con posibilidades para ello. Pero no tuvieron en consideración que el Tour que ellos crearon es una carrera de fondo. Al final, Roussel, el director del Festina, tenía razón: "Leblanc debe luchar por la clasificación general; y Virenque, por la montaña". Ugrumov y Pantani encontraron hueco por donde irse infiltrando entre los festina. Ugrumov, porque no se ha castigado durante la temporada, y Pantani, porque, con sus 56 kilos, levita en la montaña. Ugrumov ha acabado el Tour con una fuerza extraordinaria. Segundo en Val Thorens, primero en Cluses y primero en Avoriaz es el re sultado de sus tres últimas eta pas. A sus 33 años, no se le han acabado las fuerzas para atacar, como a Pantani, sólo que éste tiene nueve años menos, aunque ya peina tan poco pelo como Ugrumov, porque ambos comparten médico en la preparación biológica que siguen. Ambos, salvo catástrofe mastodóntica, están convocados a ocupar los puestos de honor, junto a Miguel Induráin, en el Tour del año de gracia de 1994.
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