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Lealtades

El Gobierno y todos los gobiernos de unidades políticas territoriales ejercen unas amplísimas funciones de gestión. Tan amplias que van desde la contratación de cantantes por precios variados, hasta la asunción de deudas por billones de pesetas. En medio, todos los servicios de los entes públicos, asistenciales o no, incluidos los represivos.Los ciudadanos eligen, en su momento, entre quienes aspiran a gobernar, a los que más les gustan o menos les disgustan. Estos, a su vez, suelen elegir, entre ellos, a quienes se han de poner al frente de esos servicios, los cuales, a su vez, designan a otros, libremente, para que les asistan en tan ingentes tareas. Y he aquí que los elegidos y designados tienen ante sí un florilegio de funciones que ni la más ardiente imaginación podría haber imaginado: sacar el dinero de los electores, construir, vigilar casi todo, perseguir presuntos delincuentes, sembrar y hacer brotar puestos de trabajo, enseñar al que no sabe , curar a los enfermos, enterrar a los muertos, consolar al triste, vestir al desnudo y otras múltiples obras de misericordia, según las calificaba la moral religiosa tradicional, cuyo número excede con mucho de las 14 (siete corporales y siete espirituales) que enumeraban los viejos catecismos tridentinos.

Es evidente que los elegidos y designados, a los que por simplificar llamaremos políticos con cargo, aunque son muchos, y según algunos, demasiados, no pueden llevar a cabo tantas y tan variopintas tareas. Para llevar a cabo su meritoria labor cuentan a sus órdenes con unas organizaciones integradas, ésas sí, por centenares de miles de personas que con carácter permanente y profesional ejercen, de verdad, aquellas admirables y numerosas funciones. Son las que se llaman administraciones públicas, o, más sucintamente, la Administración.De manera que, sabiamente, una profusa telaraña de leyes ha venido configurando una situación en la que, si bien un analfabeto puede, legalmente, ser ministro o diputado, las administraciones disponen de médicos para curar, de enterradores para enterrar, de cantantes para cantar, de abogados y economistas para cobrar el dinero a los ciudadanos, de ingenieros para hacer puentes y de psicólogos para hacer más llevadera la existencia de los ciudadanos.Los políticos, en combinación con los electores, suelen dar muestras de cierto sentido común, y por ello a veces se ubica, al frente de los preteicos negocios públicos, a gentes que tienen competencias reconocidas en la materia. Lo cual refuerza la gracia de estado que la elección o designación confieren.

Pero los políticos, cuando llegan con ganas de arreglarlo todo, se encuentran con las administraciones ya hechas, y ya se sabe que éstas están constituidas por funcionarios, y que los funcionarios son muy suyos. Vamos, que los funcionarios a veces tienen ideas propias, junto con sus conocimientos técnicos.

De este contraste pueden seguirse consecuencias varias, algunas bastante desastrosas para el buen desempeño de las funciones públicas, como son el arrumbamiento de funcionarios competentes, su sustitución por incompetentes de las líneas calientes y hasta la creación de una Administración identificada con un partido político.Sin embargo, sabido es que con frecuencia los responsables designan para cargos políticos, o de designación libre, a personas, funcionarios, y generalmente altos funcionarios, de capacidad técnica reconocida. La utilización de un alto funcionario, de capacidad reconocida y contrastada, en puestos de libre designación es casi imprescindible en algunas administraciones, como la financiera. A veces, hasta la ley exige la capacitación. En estos supuestos, la persona designada no sólo está vinculada por la ley, sino por la lealtad política, que no es, por cierto, lealtad de partido, sino de función, la cual requiere, entre otras cosas, decir lo que se piensa y sabe, aunque moleste o hiera susceptibilidades de partido o de personaje, porque precisamente un buen técnico en el que predommina, el temor a molestar hace inútil gran parte de la virtud por la que se le promovió al alto destino.

A veces se actúa de una manera ejemplar. A veces, no tanto. Todos esperamos que, por ejemplo, en relación con el Banco de España, sujeto a proceso de designaciones por exigencia de la nueva ley, la, lealtad sea así correctamente interpretada; la lealtad de unas personas y de un equipo, que han transitado con mano segura por terrenos llenos de sorpresas.

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