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Historias de la Gran Vía

La calle que se abrió para acabar con el ambiente de lupanar aún continúa siendo el centro del barrio chino

Esta calle, la Gran Vía, es demasiado joven (se comenzó en 1910; se concluyó en los años cincuenta), pero dispone de una biografía sinuosa en la que se amanceban el esplendor y la crápula. Como casi toda la gente de vida airada, ha tenido varios nombres como Pi i Margall, Eduardo Dato y José Antonio Primo de Rivera. Fue famosa antes de nacer: en la zarzuela La Gran Vía, de extraordinario impacto popular, se satirizaba sobre el proyecto de construcción.Surgió sobre los despojos de una de las zonas más sórdidas y perdularias del Madrid del XIX. Nadie ha conseguido desentenderla de sus orígenes.

Hasta hace unos años fue símbolo del casticismo elegante. Ahora está convertida en bastión de la cosmópolis, crisol de razas, mestizajes y culturas. Tal ajetreo la convierte a menudo en escenario de conflictos, porque Madrid todavía no ha asumido su cosmopolitismo, fenómeno reciente en la villa.

La demolición

El 4 de abril de 19 10 tuvo lugar el comienzo de las obras de demolición del antiguo barrio. Se proyectaba una gran avenida de 1.306 metros de longitud. Hubo que derribar 327 inmuebles, suprimir 14 calles y modificar otras 34. La superficie total afectada era de 141.409 metros cuadrados. Es decir, un movidón que afectó a demasiada gente, desde barberos y libreros de viejo hasta una turbamulta de putas, chulos, rateros, caballeros de fortuna, alcahuetas, matones, estudiantes, charlatanes, sacamuelas, volatineros, mancebos de lupanar.

El pintor madrileño Gutiérrez Solana (1886-1945) describió así el ambiente de fin de siglo en la calle de San Miguel (lo que hoy es el tramo inicial de la Gran Vía): "Las mujeres nos llaman desde las verjas de los pisos bajos, muy empolvadas y con los pechos al aire... Los chulos insultan a las prostitutas: 'A ver si te doy un tortazo, so hueso'. Y ellas contestan: '¡Qué vas a dar tú, maricón!". Idénticos conceptos se pueden escuchar hoy a cualquier hora en ese mismo emplazamiento.

La disculpa para limpiar la zona de semejantes Iodos fue la necesidad de unir la Puerta de Alcalá con el barrio de Argüelles. La calle sería una amplia avenida que recordara a los Campos Elíseos de París, con suntuosos edificios, elegantes comercios y empaque señorial.

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Cuando todavía no había pasado ni medio siglo desde su terminación, el malvivir y las putas, bolso en ristre, se instalaron de nuevo en el lugar de sus antecesoras de esquina del siglo XIX. La Gran Vía sigue siendo hoy paso obligado, con parada y fonda, de la ruta tradicional de las lumis.

Han desaparecido casi todos los cabarés para dar- paso a bailes de viudas, hamburgueserías y entidades bancarias. Todo parece indicar, sin embargo, que ha comenzado una lenta recuperación, y no sólo porque se hayan pintado por fuera muchos edificios.

Los cines -auténticos palacios del séptimo arte- nunca perdieron su primogenitura. A la tradicional librería de Espasa Calpe, recién reformada, hay que añadir ahora, en la plaza del Callao, la macrotienda cultural FNAC. El establecimiento Madrid-Rock no sólo vende discos, sino que también ofrece espectáculos alternativos. Los modernos reconvierten antiguas salas de fiestas. Las principales joyerías, que resistieron en los tiempos inciertos, vuelven a su esplendor.

Algunas reliquias del tiempo del boato

La Gran Vía conserva reliquias del tiempo del boato. Así, el bar Chicote, visita obligada para todas las personalidades que pasaban por Madrid en los años cuarenta, cincuenta y sesenta, desde Sofía Loren hasta el doctor Fleming.Ahora es un sosegado local con aromas posmodernos, pero sin el glamour original. Allí compuso Agustín Lara el chotis Madrid: rodeado de dos espectaculares hembras, Lara fue objeto de. un rapto artístico; pidió una servilleta y en cinco minutos escribió en, ella los primeros compases de la famosísima canción, himno oficioso de la villa. Pero esta reliquia ha sido expoliada misteriosamente: nadie sabe dónde ha ido a parar el famosísimo museo de bebidas.

La sala Pasapoga continúa intacta en lo físico, como si fuera una bombonera. Pero el cabaré tradicional ha terminado para siempre: ya sólo funciona como una sala de baile con orquesta en la que actúa largas temporadas un bolerista clásico, Lorenzo González.

Y en el tejado del cine Callao aún existe, aunque en estado muy ruinoso y sin acceso al público, una elegante terraza con cine de verano. Fue utilizada por Basilio Martín Patino para rodar varias escenas de su película Madrid.

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