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Tanteo agotador

Los favoritos se dedicaron al análisis durante casi ocho horas

Carlos Arribas

Casi ocho horas agotadoras sobre la bicicleta y 235 kilómetros y cinco puertos después, todos juntos. Sólo dos víctimas: Giovannetti y Ugrumov. Los grandes se dedicaron a sudar un poco y a mirarse en la cara y en las piernas; calcular el ritmo de pedalada de los rivales y contarles los dientes de los piñones; a observar debilidades y fortalezas; miedos y valentías.Todo, bajo el cielo imperturbable de los Dolomitas y con la cabeza puesta en el día siguiente. ¿Induráin?, tranquilo, a la expectativa, confiando en sus fuerzas. Al final, todos hablando de todos y del Mortirolo. Entre medias, un descarado juego de equipos. Los más fuertes -Polti, Gewiss-, dándose la mano y pactando. Otros, de mercenarios.

Y queda un día menos, de Giro y Berzin sigue líder, sin haberse sometido hasta hoy a ninguna prueba propuesta por sus rivales; controlando la partitura sin esfuerzo aparente. Bugno -el deportista italiano más sexy según una cadena de televisión norteamericana que está rodando un reportaje sobre su actividad-, asustando a todos por su poder y el de su equipo. De las Cuevas, comenzando a dar síntomas de debilidad en la alta montaña. Y los jóvenes, los que no tienen nada que perder porque nada tienen aún, sino expectativas, enseñando los dientes y haciendo pensar a los veteranos.

En Merano, después de un descenso escalofriante, venció otro de los del 70, Marco Pantani, un joven medio calvo, todo huesos afilados, que ha aprendido el oficio al lado de Chiappucci. Pantani, el joven más cortejado, se llevó el gato al agua frustrando dos esfuerzos hacia la heroicidad, el de Pascal Richard y el de su capo Chiappucci. Pantani no es flor de un día: si no hubiera habido etapas contrarreloj sería el líder con 55 segundos de ventaja sobre Berzin.

Y el Kelme, metiendo dedos en los ojos, molestando, todo el día atacando, con su trío colombiano -Triana, Muñoz y Buenahora- y con el inconmensurable Cubino. Trabajaron para la etapa, pero fallaron en el momento decisivo, cuando Pantani dijo hasta luego.

"Yo, cómodo, a rueda del Gewiss", dice Induráin. El equipo de Argentin y el líder sigue empeñado en no soltar la batuta bajo ninguna circunstancia. Ahí entran en juego los piques con otros equipos.

Con el GB-MG, por ejemplo. El zorro Ferretti lanzó a dos de los suyos para que fueran abriéndose la carrera. Sorensen y Richard cogieron un par de minutos, acompañados de otros cinco, y el Gewiss, los ocho, menos Berzin, no estaban dispuestos a consentir que se largaran. A tiro, marcándoles el ritmo los de delante, los tuvieron toda la etapa. Hasta que la relación energías-esfuerzo empezó a ser negativa. Y los demás, tranquilos viendo como se desgastaba el equipo del líder.

Y, cuando agotado por su trabajo, el Gewiss dejó de existir -sólo el maestro Argentin aguantó y tiró, tiró y aguantó junto a Berzin, dirigió el tráfico sin silbato- saltó el Lampre a echar una mano. Conti marcó un ritmo endemoniado subiendo el Giovo y dejó la selección justa, los más fuertes. Le vino bien a Induráin. Otro equipo -Conti trabajaba para sus compañeros Tonkov y Belli- cuyos objetivos coinciden con los del Banesto. Induráin tranquilo, a rueda. "Ha sido un día de estudio antes del examen dominical", dice Echávarri.

Todos sacaron sus propias conclusiones de la lección dolomítica. Berzin: "Veo mucho más peligroso a Bugno que a Induráin. Yo le tuve que pedir a Bugno que no bajara tan deprisa el Giovo". Bugno: "Induráin y Berzin, muy bien; De las Cuevas, no tanto". Chiappucci: "Induráin tiene un equipo de tercera división". Induráin: "¿En el Mortirolo? Estar arriba y ver la cara de los rivales".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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