Carambola en la estación de la esperanza
El Leganés salta del furgón de los descendidos tras empatar en el minuto 93
Cundía el desasosiego. Los fantasmas del descenso parecían apoderarse de las cabezas de los jugadores pepineros. Los más de doscientos seguidores madrileños que habían viajado con el equipo pepinero recogían cariacontecidos banderas y tambores. El portero Aguilera andaba casi por la mitad del campo esperando el pitido final.Corría el minuto 93 cuando Vivar probó suerte desde fuera del área: el balón tomó una extraña trayectoria y se coló en la portería ante la mirada atónita del meta local. Fue un instate de gloria. El público, generoso, se alegró y regaló una ovación. Y siguió aplaudiendo mientras el marcador reflejaba un Mallorca, 3; Badajoz, 0, que favorecía aún más a los blanquiazules.
El Leganés se subió desesperadamente y fuera de horario al tren de la esperanza, y emplazó su destino final para el último partido de la temporada. El empate obtenido en Mérida fue tan sorprendente como inmerecido y, curiosamente, aplaudido.
El equipo pepinero acudió a Mérida con "la necesidad imperiosa de ganar", según su entrenador, Luis Ángel Duque, y el Mérida quería despedirse de su afición "disfrutando" -dijo en la víspera el capitán Salguero-. Vital el partido para unos y fiesta para otros. Al menos así se presumía.
Los pronósticos se cumplieron a medias. El Leganés logró parcialmente su objetivo y el público disfrutó,, pero más con los transistores que con el juego que se veía sobre el campo.
La interpretación del primer tiempo fue lamentable. Para evitar el descenso, el Leganés utilizaba como arma más ofensiva los saques directos de esquina de Vivar, y el Mérida dejaba a sus aficionados el regusto amargo del patadón.
Con un gol a su favor, los locales se hicieron conformistas y permitieron que el Leganés controlara el centro del campo.
Los blanquiazules llegaban con cierta comodidad al área local, pero más por las facilidades que daban sus oponentes que por méritos propios, y allí el balón se perdía en una maraña de patadones y saltos sin control.
Ausente May, Alfredo se ocupó de organizar el juego. Pero el pequeño jugador, demasiado estático, reducía la aventura a sólo unos metros, con el balón pegado a sus pies.
El Mérida se asentaba atrás. Mientras, Vivar aportaba la. necesaria verticalidad del fútbol, los cambios continuos de posiciones y aportaba la fluidez que Alfredo sólo reducía a una corta parcela. Al lesionarse Alfredo, el Leganés entregó el control y aparentemente el partido. Fue entonces cuando el Mérida dispuso de cuatro o cinco oportunidades clarísimas de gol, con magnífica respuesta de Aguilera.
El extraño de Vivar
Encogido el Leganés, roto el equipo, sin ningún organizador ni ambición, el partido parecía resuelto. En ese momento sonó la flauta. El flautista, un joven que jugará en el Tenerife la próxima temporada y que responde al nombre de Vivi. Su disparo dibujó una extraña trayectoria. El balón parecía tener autonomía y se regía por movimientos que venían a desafiar las leyes de la física.
Una jornada más, el Lega se salvaba por los pelos. El equipo de Duque ha desarrollado una vocación de vencedor en los últimos momentos, cuando el contrario se relaja y da por sentenciado el partido. Son esos momentos los que aprovechan los jugadores pepineros para dar el hachazo. El punto que se gana 'in extremis se celebra con delirio, sabe mejor.
El Estadio Municipal Emeritense se convirtió para el Leganés en la estación esperanza. A falta de una jornada y dos puntos, espera un trayecto de sufrimiento.
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