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La noria italiana gira

Una espectacular caída de Cippollini empaña el primer "sprint" en Salamanca

Carlos Arribas

"Se me pusieron los pelos de punta". El sprinter vasco Juan Carlos González Salvador lo vio de cerca. Unos metros por detrás. Vio como dos balas amarillas se lanzaban a más de 60 kilómetros por hora hacia la izquierda de la calzada. Vio cómo Adriano Baffi llevaba una pequeña ventaja y cómo el otro amarillo, Mario Cippollini, el sheriff, el hombre cuyo solo nombre da respeto, intentaba adelantarle por la izquierda. Apenas faltaban 25 metros para la llegada. Dos hombres del mismo equipo se jugaban la victoria. Nada extraño hasta que uno de ellos, el bello Cippollini, el hombre que arrastrá multitudes, hace de repente un extraño escorzo, salta disparado por el aire y cae de cabeza, desnuda de casco, sobre el asfalto después de chocar contra una publicidad de goma espuma. "Ha tenido una suerte tremenda", sentenció un médico de la carrera: "Podía haberse quedado frito ahí mismo".El impulso del choque fue tan fuerte que Cippollini aún se vio arrastrado hasta el centro de la calle, por donde más locos sobre dos ruedas llegaban lanzados. Baffi, el que iba el primero, el que se tiene que ganar las lentejas en los últimos metros, miró un poco hacia atrás y siguió. Levantó los brazos y ganó. "Qué iba a hacer? Era un sprint. Sólo la victoria vale. ¿Cippollini, en ambulancia? "Claro que lo siento", dijo Baffi después. "Pero yo no he hecho nada, no he visto nada, seguía mi línea y nada más. Claro que me duele. Siempre que se cae otro corredor es doloroso". Y el italiano de 31 años se fue a por el ramo de flores de ganador, el que iba a ser el 130 de esta temporada. No tan claro, le respondieron los comisarios en un comunicado: "El corredor Baffi. ha hecho un sprint irregular, se ha salido de su línea largamente durante los últimos 200 metros y ha provocado la caída de otro corredor. Por lo tanto, queda clasificado en el último lugar del pelotón, y Cippollini, en el penúltimo, ya que ha caído en el kilómetro final y no ha cruzado en bicicleta la línea de meta". Los comisarios, que estaban al lado, vieron, y revieron por televisión luego, un gesto con el codo izquierdo de Baffi y cómo imperceptiblemente iba cerrando el paso natural a su compañero. Su gozo en un pozo, y Laurent Jalabert, el sprinter del ONCE, un tercero en discordia, sin comerlo ni beberlo, se llevó la etapa. La noria italiana ha empezado a girar en la Vuelta, y con fuerza.

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Fue como una de esas novelas lentas y morosas, en las que se acumulan tiempos muertos y pequeñas nadas, que las dejas y las coges hasta que te enganchan, hasta que notas que toda la falta de acción ha creado un clima, una acumulación que presagia tormenta. Más de 170 kilómetros fueron los corredores a su aire, despacito, dejándose tostar suavemente por el primer sol de que disfrutan en mucho tiempo. Iban también como ovejas hacia el matadero, sabedores de su sino, de que no valía de nada escaparse de la jaula del pelotón, que los vigilantes eran muy rápidos y muy hábiles. Claro que también cumplen órdenes. "Tranquilidad y buenos alimentos", habían decidido Juan Fernández y Manolo Sáiz, "que trabajen los italianos, que hasta el sábado, en Sierra Nevada, no tenemos por qué movernos. Y si alguno no peligroso en la montaña quiere ponerse de líder, mejor para él".

Lo había decidido Adriano Baffi y casi termina con sus huesos en la cárcel. Con compañeros como éste, podía pensar el herido Cippollini, para qué quiero enemigos como Abduyapárov. El sprinter uzbeko era su principal rival en el uso de codos y artimañas en carreras pasadas. Se le echaba de menos hasta ayer.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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