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El Barcelona pincha en Logroño

Los azulgrana no fueron capaces de romper la defensa del Logroñés

Después de jactarse porque la suerte de los campeones le había sonreído en Santander y en Lérida, el Barcelona fue agraciado en Las Gaunas quizá por la suerte de los subcampeones. Cedió un punto en un partido que muy bien pudo haber perdido. En el estadio del Logroñés no había ayer barro como en los tiempos de David Vidal, pero el colectivo azulgrana se atascó de una forma lamentable. Johan Cruyff, el médico de la honra del Barcelona, ha respetado durante las últimas semanas el juramento hipocrático. Ya no canta las enfermedades de su propio equipo, sino que diagnostica un sinfín de síntomas mortales en el Deportivo. Los de Arsenio no sabían marcar goles. Han respondido con once en tres partidos. El Barcelona ha marcado cinco en cuatro. El Deportivo tiene que entregarse a tope y sufrir para ganar. Es decir, que lo que Cruyff exige siempre a su propio equipo es recriminable en Galicia. Se ha obsesionado con adelantar partidos para presionar al Deportivo y ha acabado cediendo con todo merecimiento un punto a un rival que lucha para presionar al Rayo. El empate en Las Gaunas, al margen de prometer muy poco para Mónaco, puede resultar fatal en lides domésticas.

Cruyff prescindió una vez más de Guardiola para presentar una alineación obrera, llena de personalidades mundialistas pero carente de una definida personalidad. Los riojanos no vieron pasar a un reconocible campeón. Las deficiencias del juego dieron tiempo para hurgar en los recesos de la memoria y calcular que, para comparar presupuestos, el factor de multiplicación sería aproximadamente 10,5. Es decir que por cada gol del Logroñés, el Barcelona tenía que marcar diez, más uno anulado. Por desgracia, la noche dio tiempo para tamañas necedades.

El conjunto riojano cumplió los requisitos de su técnico, Carlos Aimar. La supervivencia de los pobres se basa en el sudor y el sacrificio. Aunque Markovic era, sobre el papel, el acompañante ofensivo de Salenko, retrasó su posición para completar un 4-5-1. Entre los cuatro y los cinco, se abrió un terreno. dé nadie que tenía que ser la plataforma de lanzamiento para los visitantes. Era la reserva natural de Bakero, pero el capitán optó por ceder terreno y tomar armas en la guerra del centro del campo hasta que, después del descanso, Cruyff le mandó hacia arriba. Es decir que, en lugar de luchar contra los cinco, pasó a pugnar contra los cuatro hasta la entrada de Salinas, con lo cual regresó a las trincheras centrales. Bakero nunca intentó aprovechar la zona intermedia, y sólo Laudrup leíaentre líneas y fue el único que, en paredes con Amor y Romario, creó netas ocasiones ante un Lopetegui que, según un diario barcelonés, era el único obstáculo a la victoria visitante. Sin embargo, apenas tuvo oportunidades para justificar sus pretensiones a la portería del Camp Nou. Tuvo que esperar hasta el minuto 83 para desviar el tiro resultante de la única escapada de Romario y, a raíz del saque de esquina, reaccionar ante un cabezazo del recién. incorporado Guardiola. Zubizarreta, en cambio, repartió sus momentos de agobio por todo el partido.

El Barcelona sólo mereció puntos de admiración por su fútbol-control en la mitad del campo que el Logroñés dejó durante gran parte del encuentro bajo vigilancia de Zubizarreta. Y el gran inconveniente del conjunto de Cruyff es que si no marca goles siempre es proclive a recibirlos, incluso ante rivales que comienzan muy cohibidos en el aspecto ofensivo y con sólo Salenko en punta.

Salenko es una joya. Tiene hombros para las embestidas de Koeman y una técnica que le permite ser de los pocos capaces de ganar la espalda a Ferrer. Hubo alivio en el Barcelona cuando abandonó por lesión a mediados de la segunda parte.

El técnico azulgrana había anunciado que el campo pequeño permitiría a sus hombres correr menos. El Logroñés optó por correr más y le bastó para conseguir un precioso punto que puede ser muy celebrado en Galicia. La pelota está ahora en el tejado del Deportivo.

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