Tres puntas rojiblancos para dos puntos
Los delanteros del Atlético remontaron un gol del Madrid
Los tres puntas rojiblancos valieron dos puntos. Juan Carlos, Israel y César se erigieron en quebradero de cabeza de la zaga blanca. Cuanto más arriesgó el cuadro de Fernando Sierra mejores resultados obtuvo. Los madridistas eligieron la política de conservación de un resultado -el empate a uno- y se llevaron dos goles de premio a su equivocado esfuerzo.El fútbol de ataque produce goles y éstos, espectáculo. La victoria colchonera sobre el filial merengue supuso. el triunfo del riesgo sobre el miedo a la derrota. La primera parte fue un homenaje a la imprecisión: el Atlético B no consiguió hilar una sola jugada. Mientras, el conjunto madridista tomó posiciones y se dedicó a tocar balón. En una jugada a balón parado llegaba el tanto merengue, por obra de Arteaga.
Con el gol merengue llegó Jesús Gil, con una corbata al más puro estilo Carrascal, y tomó asiento. Los aficionados se giraban y saludaron al presi. "No pasa nada", decía Gil, aplacando el enfado de los aficionados.
El Atlético B tuvo en las botas de Ortega la única oportunidad clara del primer periodo. Y la desperdició. "Vaya cantera", comentaba un aficionado augurando un negro futuro a la entidad de Gil.
El segundo tiempo fue otra historia. Sierra dio entrada a César como extremo izquierdo, colocó a Juan Carlos de delantero centro y a Israel de extremo derecha. Y nació el juego atlético. Tres puntas, dos puntos.
A los cinco minutos de juego de la segunda parte llegaba el gol del empate tras una meritoria jugada de Israel, el más luchador. El autor del tanto, Juan Carlos, empezaba a perfilarse como el héroe de la tarde.
Peri decidió despertar de su letargo. El organizador del juego rojiblanco empezó a repartir balones profundos para hacer correr a las tres puntas atléticas. Y así llegó el segundo tanto. De nuevo, Juan Carlos.
Reapareció en ese momento Jesús Gil en el palco y fue recibido como un auténtico emperador romano. "Somos los mejores", gritaba un optimista. "Hay que subir a Juan Carlos al primer equipo", le gritaba otro.
A partir del 2-1, el Madrid, que se había dedicado a mantener el empate, intentó dar la vuelta al partido. Pero ya era tarde. Los rojiblancos tenían claro que querían jugar al fútbol y se sucedieron las oportunidades de gol. Las tímidas acometidas madridistas eran sistemáticamente frenadas por un ajustado movimiento de la defensa atlética que provocó constantes fueras de juego blancos.
En el minuto 90 llegaba el gol de la fiesta. Un soberbio pase de Israel desde la banda derecha aterriza en las botas de Juan Carlos, que empalma la bola según le viene. Obús imparable y fiesta en el Calderón, un estadio cuya afición ansía alegres tardes de fútbol.
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