Norman y Olazábal se sitúan entre los favoritos
Greg Norman, de 39 años, es tan consciente de su papel de favorito en el Masters de Augusta -desde hoy hasta el domingo, en el Augusta National Golf Club, en Georgia (Estados Unidós)- que hasta se ha autoentrevistado. Su empresa -la Compañía del Gran Tiburón Blanco- ha distribuido unos folios en los que el golfista australiano llega a predecir las sensacionesque tendrá el domingo por la tarde, cuando marche como líder del torneo, según sus previsiones. Es una forma de afrontar el primer grande de la temporada: desafiar la presión. Otros prefieren ignorarla.
Tal es el caso del español José María Olazábal. "No estar en la lista de favoritos ni me da ni me quita presión. Ni el haber quedado segundo en Nueva Orléans. En cada torneo -hay que empezar de cero", dice el jugador vasco. La chaqueta verde que viste actualmente el alemán Bernhard Langer está en juego.Norman y Olazábal comparten recuerdos tristes del Masters. Ambos lo han perdido en un desempate. El australiano, en 1987, frente a Larry Mize, y Olazábal, en 1991, ante lan Woosnam. Dicen que la angustia de esas derrotas nunca se supera. Que es tal el dolor, que las ganas de vencer se hacen insuperables y que esa propia ansia es el principal enemigo del jugador.
Poco importan, ante esos imponderables, las características del recorrido. Que los greens y las calles estén duros y que eso favorezca a los menos potentes en la salida y a los más precisos; poco importan los resultados anteriores -hace dos semanas Norman dejó boquiabierto a medio mundo con su 24 bajo par en el TPC de Ponte Vedra (Florida); la semana pasada Olazábal batió el récord del campo de Nueva Orléans-; de nada valen las declaraciones de intenciones. El miedo es el principal enemigo del jugador en el aparentemente sencillo campo de Augusta. "En todos los hoyos parece fácil hacer un birdie [uno bajo el par] y en todos, es igualmente sencillo hacer un bogey [uno sobre el par]", dice. el dicho. "Si voy bien, quizás el domingo me falte el aire", reconoce Olazábal. "Pero estamos a miércoles y es difícil decir si puedo ganar. Hasta el sábado por la noche no puedo contestar".
Si se cumple lo que prevén Norman y el inglés Nick Faldo -otro de los grandes favoritos, junto al actual campeón, Langer-, Olazábal no tendría nada que hacer. El australiano y el inglés han repetido hasta la saciedad que el putting (golpes cortos hacia el hoyo) será fundamental. El español tampoco se ha cansado de recalcar que no da una con el putt. Cuestión de pareceres. Para Olazábal, la clave estará repartida entre el Amen Córner -el recodo formado por los hoyos 11 (par 4) 12 (3) y 13 (5); "quien salga bien librado de ello tendrá grandes posibilidade?, dice Olazábal- y los pares 5. En esos cuatro hoyos, la presión psicológica es la determinante Sobre todo en el 15.
El 15, el Abeto de espinas, como es llamado por los árboles que le rodean, es uno de los hoyos más fáciles los dos pri meros días. Los jugadores lo encaran como un lugar en que un birdie es relativamente sencillo y lo aprovechan para aligerar su tarjeta. Pero, de una forma brutal, el sábado y el domingo cambia la decoración. "El campo de Augusta es un recorrido de segundos golpe?, dice Norman. "La elección fundamental es qué hacer entonce?. Enfrentados al segundo golpe del 15, los campeones afloran. Tras un primer golpe en el que la única dificultad es coger calle, los jugadores se encuentran con el green tentadoramente llamándoles desde poco más de 100 metros. Llega el momento de los cálculos y de la decisión. Medir el viento y estar seguro de lo que se quiere hacer: ir a green, arriesgando, o acercarse un poco más, jugando seguro. Y ahí la duda mata. Como dicen los sabios: "Si estás seguro en un 90% de no alcanzar lo que deseas, tienes un 100% de posibilidades de no lograrlo". Y no hacerlo en el 15 supone caer en un pequeño riachuelo.
El otro español en liza, Severiano Ballesteros, que el sábado cumple 37 años, se muestra, mientras tanto, ajeno a las disquisiciones. Casi mudo. El cántabro, ganador de dos Masters, en 1980 y 1983, juega la baza de la experiencia, aunque su nombre está en boca de todo el mundo. No en vano, aún es el jugador más joven en vestir la chaqueta verde: lo hizo por primera vez a los 23 años. Lo que todo el mundo comenta es su asociación con Mac O'Grady, un estadounidense que lidera una especie de secta llamada Proyecto para el desarrollo objetivo de la humanidad. "Le veo más positivo", dice Olazábal del cántabro, que oficialmente trabaja con O'Grady simplemente para mejorar su swing. "Hasta que no se vea no sabré cómo funciona", dice, discretamente Ballesteros.
Entre tanto, Severiano Ballesteros es objeto del sarcasmo de algunos periodistas norteamericanos por pasarse un par de días en Disneylandia con su familia.
Días de azaleas y magnolias
No importaba que el cielo estuviera cubierto y que el hombre del tiempo hubiera anunciado tormentas vespertinas. A las 8 de la mañana miles de personas ya enfilaban las puertas de entrada del Augusta National Golf Club. Las amplias carreteras que lo rodean, una carrera de caracoles.. Las aceras, o mejor, los parterres de césped en las cunetas, repletas de gente: unos, solicitando, por caridad, pases para el torneo; los más, ofreciendo mediante pancartas, plazas de aparcamiento a cinco dólares (unas 700 pesetas) por barba. Después, por taquilla, a abonar los 20 dólares (unas 2.800 pesetas) de la entrada. Pero ningún inconveniente puede arruinar a los golfadictos, que en Estados Unidos son legión, su tanto tiempo planeada visita a su santuario.Lunes, martes y miércoles de la semana del Masters son los únicos días del año en que los vulgares pueden cruzar las puertas y penetrar en la meca. Y ellos responden al favor. Entran como si visitaran el Louvre o el Prado. Silenciosos y respetuosos. Ellos ya son así: mal vestidos -chándals, bermudas, zapatillas chillonas, todo lo que se considera cómodo- y obedientes.
En los tablados que dominan el green del hoyo 13 está el de las azaleas. Allí se extasian bajo el sol y creen ver un manet vivo. Y, entre medias, paseos bajo las magnolias, y colas, muchas colas, para beber, comprar un bocadillo y hasta para los servicios. Y los jugadores, que estos días hacen sus primeros entrenamientos, comentan, en palabras del estadounidense Davis Love III: "Pero qué aburridos parecemos. Somos iguales, decimos lo mismo, nos comportamos de la misma forma. En realidad, no, pero parece que sí". Es el Masters, el torneo más elegante del más elegante de los deportes de masas.
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